Caminó hacia la cocina y encontró a la madre preparando la comida. Quiso guardar silencio pero no pudo, sentía incertidumbre; por eso exclamó:
_ ¡Mamá tengo temor!La madre le miró muy comprensiva. Dejó de cocinar, agarró al pequeño duende de la mano y se lo llevó al salón. Allí lo sentó en el sofá y comenzó escucharlo:_ Mamá tengo temor a la oscuridad, temor a las serpientes, temor a que te mueras, temor a quedarme solo, temor a…
_ ¡Para hijo!_ interrumpió la madre y luego añadió:_ Todos tenemos temor a algo en la vida._ Sí mamá; pero es que este temor está controlando mis emociones. ¡No tengo paz ni alegría!
_ Cuanto tengas temor acuérdate del apóstol Pedro.El duende reposó su carita sobre su mano derecha y luego preguntó:_ ¿Por qué mamá?_ Cuando vino la tormenta en el mar, Pedro le dijo a Jesús: Señor si eres tú permite que yo baje de la barca y Jesús le dijo ven. Y Pedro comenzó a caminar sobre las aguas sin apartar la mirada de Jesús._ ¿Y qué pasó luego mamá? _ indagó el pequeño duende con mucho interés._ Que luego Pedro apartó la mirada de Jesús y mirando hacia arriba vio unas enormes nubes negras que cubrían el cielo, luego miró hacia abajo y vio cuán profundas y peligrosas eran las aguas. ¡Sintió miedo y comenzó a hundirse!_ ¿Y qué me quieres decir con esto mamá? _ preguntó el pequeño duende muy atento._ Quiero decir que el mejor paso para librarte del temor es no apartar tu mirada de Jesús. Con este consejo de mamá, el pequeño duende fue creciendo confiando en que Jesús siempre nos ayuda en medio del temor. ¡Jesús es nuestro héroe!
PD: El temor viene cuando dudamos de que Dios puede controlar nuestra situación.Autora: María Abreu
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)