Camilo nació en Bovalino, provincia de Calabria en 1572. Estudió Derecho en Nápoles, y allí descubrió su vocación a la misión, por lo que en 1592 entró a la Compañía de Jesús, que era la gran misionera del momento. En 1602 logró su deseo de ir a misionar a China, pero en 1604, luego de un arduo viaje, encontró que los misioneros tenían prohibida la entrada a China, por los conflictos políticos de China y Portugal. Sinceramente, cuanto bien podría haber hecho la Iglesia en Asia de no haber sido por el imperialismo portugués o francés, siempre dejando en mal lugar a los misioneros.
En fin, que Camilo tuvo que seguir hasta Japón, donde llegó el 17 de agosto de 1604. Estuvo un año en el convento de Nagasaki, aprendiendo japonés e impartiendo clases. En un año dominó el japonés de manera asombrosa, casi como si fuera un don divino.
Los superiores le destinaron a la misión de Sacai. Aquí estuvo 6 años evangelizando constantemente. Bautizaba, catequizaba, unía en sacramento a esposos, levantaba iglesias y casas para los enfermos y pobres. En 1614 estalló la persecución contra los cristianos, de nuevo estaban detrás los portugueses intrigando y traicionando a los japoneses, para luego levantar el pie, y dejar expuestos a los misioneros y los cristianos nativos. Nuestro Camilo tuvo que huir de Japón este mismo año, refugiándose en Macao. Allí igualmente evangelizó con discreción, y se concentró en conocer a fondo las religiones y culturas asiáticas, para evangelizarles mejor. En 1621 obtuvo el permiso de volver en secreto a Japón para confirmar en la fe a los cristianos que allí quedaban en lo oculto. Se dirigió a Figen, una zona repleta de islitas habitadas.
A inicios de abril de 1622 se embarcó desde Ikitzuki a Noxima, acompañado por los cristianos japoneses Agustín Ota y Gaspar Cotenda, para visitar a sus misionados. Agustín era viudo y sin hijos; había sido convertido por otros jesuitas, y él mismo sentía esa vocación. Durante años había sido sacristán de la iglesia. Entre tanto, una mujer devota, que pensaba había convertido a su marido a la fe cristiana, le conseguía una entrevista a este con el misionero. Pero era una trampa, el oficial solo quería conocer cuántos misioneros había y quienes de entre los japoneses le socorrían. El 24 de abril fue sorprendido en el islote de Ucu. Siendo interrogado quien era, el P. Camilio no mintió y confesó que había entrado al Japón para evangelizar. Fue apresado y llevado a Ikinixima, donde ya estaban capturados un agustino y un dominico. El mismo padre Camilo cuenta, en una relación que pudo escribir, que no cesaba de hablarles de Cristo a los soldados que les custodiaban. En prisión Agustín Ota le pidió al P. Camilo le admitiera en la Compañía, aunque fuera para morir en ella. El P. Camilo escribió a los superiores, esperando su decisión.
Monumento al P. Camilo.
Hirado.
Este, por su parte, llegó a su propio Calvario el 15 de septiembre: Le ataron a un poste y en esa posición clamó: "La causa de esta mi muerte es haber predicado a Cristo y su Ley. Los cristianos no tememos a los que matan el cuerpo, pues no pueden matar el alma. La vida presente podrá ser pobre y llena de trabajos, pero llega el día en que se acaba; y la eterna no terminará nunca". Acto seguido encendieron el fuego, y entonando el "Sanctus", expiró nuestro mártir.
Fueron beatificados el 7 de julio de 1867, por el papa Pío IX.
Fuente:
-"Santos y Beatos de la Compañía de Jesús". JUAN LEAL S.J. Editorial Sal Terrae. Santander, 1950.
A 15 de septiembre además se celebra a
Nuestra Señora de los Dolores.
Aparición de Santo Domingo "in Soriano".
San Rolando de Parma, ermitaño.