Revista Series
No tengo prejuicios con las series de televisión, tal vez sí con el cine. Pero con las series voy casi siempre a ciegas, sin guiarme apenas por una foto o un reparto de protagonistas, a veces esquivo los trailers y tengo como norma constatarme yo misma de sus calidades o cualidades para hacer que yo las vea. Un prejuicio es eso: un juicio a priori, algo en lo que uno se fija antes e influye más o menos en el juicio que finalmente se hace después de ver y conocer las cosas. Pues yo trato, con las series de televisión, de no fijarme en algunos detalles porque a veces lo maravilloso viene vestido de una forma distinta a como lo esperamos.
Cuando veo una serie, no me fijo si es una serie de acción, ciencia ficción, drama o comedia porque me ha pasado mucho que las mejores reflexiones sobre los sentimientos, los llantos o las más escandalosas risas han provenido de todos los géneros y, a menudo, del que no corresponde.
Cuando veo una serie, trato de no fijarme en si sus personajes a simple vista parecen imberbes adolescentes que no saben nada de la vida porque sé que si ellos están por aprender algo, yo estaré a su lado cuando lo hagan y aprenderé también con ellos.
Cuando veo una serie, le doy la oportunidad venga de la cadena que venga, porque muchas de mis favoritas actuales y de toda la vida han sido producidas y emitidas por canales de todo tipo y cada una ha sabido adaptarse a su audiencia y estilo de cada momento en particular.
Cuando veo una serie, no me espantan las risas enlatadas, ni los bruscos movimientos de cámara, ni lo poco cuidado de sus efectos especiales, porque sé que a veces el empaque no está tan bien pero lo que llevan por dentro es tan brillante que uno hace con ese empaque lo de siempre: lo rompe y lo deja a un lado deslumbrado por el regalo en sí.
Cuando veo una serie, no me fijo si es procedimental o serializada porque siempre pasan cosas, a veces se mueve la trama, a veces se mueven los arcos de los personajes, a veces se mueven tus emociones. Algún procedimental me ha dicho más con un caso autoconclusivo que un drama serializado, sobre mí y sobre los personajes. Porque en las historias bien escritas: todo está en función de algo, y el caso de la semana puede ser como ese paseo al que no querías ir con tu familia pero que cambió la relación con tus padres y hermanos para siempre.
Cuando veo una serie, no estoy buscando siempre lo novedoso, lo especial, lo raro, lo inusitado, porque con frecuencia lo conocido también esconde cosas que escapan a nuestra vista precisamente por ello.
No tengo prejuicios con las series.
Y con el amor, y el sexo, tampoco. :D
¿Y tú qué piensas? Déjame un comentario en el blog.