Esto es lo último que podía esperar. Que al llegar a casa uno se encuentra algo así es lo que le faltaba a mi espíritu torturado. Se deja uno la vida dando clases todo el santo día y en vez de muestras de afecto encuentro trabas a mi genio musical.
Mejor me hubiera ido casándome con María Wodzinsky. O con Costanza Gladkowska. ¡Ay Costanza! Aquella joven que sonaba a concierto en fa sí hubiera entendido bien mi talento. Pero las formas son las formas y si uno quiere ser el arquetipo de artista romántico tiene que tragar con ciertas cosas. No sé por qué le hice caso a mi asesor de imagen y me dejé convencer de ello. Romanticismo, romanticismo... Mira que me podía haber tocado otra época y me tuvo que tocar el Romanticismo. Lo que hubiera disfrutado yo en el Barroco siendo un Bach o un Vivaldi cualquiera y vendiendo mis obras una y otra vez con nombre distintos. Pero Pleyel me aconsejó: "Hazme caso. Lo que se lleva ahora es la melancolía, la sensibilidad y la fragilidad." Y aquí estoy queriendo ser la imagen viva del sufrimiento romántico.
Y padeciendo a Georges. Pero alguien me dijo: "Es la mujer que le conviene a tu alma sufrida. Olvídate de esas mujeres vals. De esas mujeres nocturno. Hasta de las mujeres fantasía. Tú necesitas una mujer que realce tu sufrimiento. Una mujer con carácter."
¡Y tanto carácter! Georges es una polonesa militar en toda regla. O un estudio revolucionario. Su fama de novelista extraordinariamente sensible oculta lo que en verdad es. Una mujer con impromptu. Y no se imaginan cuanto.
Además están esos modales masculinos que tanto me desagradan. Cuando viene a casa Monsieur Accordeur, mi afinador de pianos, veo más sensualidad en uno sólo de sus movimientos que en todos lo que pueda hacer ella.
Encima tengo que soportar que me traiga a vivir a esta isla donde la gente me mira tan mal y no para de cuchichear sobre nosotros. Uno intenta llevar una vida austera y recogida, casi como un cartujo, pero las excentricidades de ella hacen que estemos siempre en boca de todos.
Y este clima. Este invierno que está resultando tan lluvioso y la humedad no le vienen nada bien a mi tuberculosis. Esa es otra. Me podía haber tocado una gripe A como a todo el mundo. Pero no. Tuvo que ser la tuberculosis. Pleyel me dice que no me preocupe. Que la enfermedad me podrá llevar a la tumba pero eso le vendrá muy bien a mi fama de icono romántico.
¿Y de los pequeños qué me dicen? Se pasan todo el día intrigando a mis espaldas. No les caigo nada bien. Ellos a mí tampoco, por supuesto.
No dudo que lo mismo la idea haya sido suya. Aunque influenciados por su madre, por supuesto. Pero que uno llegue a casa cargado de melancolía, sensibilidad y fragilidad. Con todo su sufrimiento romántico a cuestas, y se encuentre esto, no lo aguanta ni el más torturado de los espíritus.
[SE RUEGA NO TOCAR]
Frédéric Chopin - Polonaises, Op.40. Nº 1 (Militar) en La mayor: Allegro con brio
Arthur Rubinstein, piano
© RCA 2006
En el ocaso de la relación entre Frederic Chopin y Georges Sand, esta escribió la novela Lucrezia Floriani. En ella, bajo los nombres de Karol y Lucrezia, se identifican fácilmente al pianista y la escritora. En la novela Sand trata cruelmente al personaje que representa a Chopin. Heine escribió al respecto:: "Ella (George Sand) maltrató escandalosamente a mi amigo Chopin en una novela detestable, divinamente escrita."
Foto: Adanero