Les cuento una anécdota que hoy recuerdo con cierto humor aleccionador. La primera vez que intercambié algunas palabras con Ricardo Milla fue en la presentación del último libro de un profesor de filosofía de la PUCP muy amigo mío. Milla acababa de ingresar a la maestría de la PUCP, me parece, y me imagino que trataba de hacer amigos en una reunión en la cual todos se conocían entre sí y en la que él era un nuevo personaje. Se me acercó, recuerdo, llamándome por mi apellido y pronto mencionó a Sagrada Anarquía este blog que hoy nos permite comunicarnos. Milla fue generoso en los halagos a mi blog por los temas tocados y por el estilo; yo, como correspondía, agradecí la generosidad. De inmediato me mencionó que él era autor de un blog, Filoblogsofía, y me preguntó si lo conocía. Yo, sinceramente, era apenas consciente de la existencia de su autor, así que, con sinceridad, respondí que nunca había escuchado del blog. Milla en un acto de, aquí especulo, falsa modestia me dijo que no me preocupara, que se trataba de un blog que él tenía algo descuidado y que no había publicado tanto como el mío. En resumen, Milla me confesó que Filoblogsofía (dicho sea de paso: qué feo nombre; pero, claro, ese no es un argumento) era un blog modesto que ni su mismo autor tenía en demasiada estima. Hasta allí los hechos, aquí el comentario: Milla tenía razón…sobre todo después de su último post. Los que siguen este blog, saben que yo no suelo dedicarme a comentar otros artículos; sin embargo, creo que el último post de Ricardo es tan malo que merece algo de crítica. No tanto porque el blog o el autor merezcan mi particular atención (es la primera vez que me detengo en el blog de Ricardo); sino porque el tema me interesa y, al estar tan mal tratado, creo que me corresponde escribir algunas líneas al respecto.
Milla titula su post “Reflexiones santas. El ministro y el Obispo” y lo dedica a la polémica desatada por las últimas declaraciones de Juan Luis Cipriani en torno a la AOE y al rol del ministro de salud Oscar Ugarte al respecto. Lo primero que habría que decir es que sorprende lo distinto que el señor Milla se nos muestra cuando interviene sobre alguna materia en persona y cuando lo hace vía su blog. Quienes conocemos a Ricardo como alumno, sabemos de su casi perpetuo silencio y de su hasta excesivamente cauta pasividad en la reflexión filosófica; no obstante, parece que el formato de blog le da una libertad envalentonadora que lidia con lo temerario y, contra lo anterior, que lo hace escribir con una absoluta ausencia de cautela. No sólo me refiero a los argumentos –que son bastante débiles– sino a la forma agresiva e irrespetuosa de referirse a los supuestos adversarios. No sólo eso, que ya descalificaría a Milla en un muy buen sentido; sino que, además de irrespetuoso, es vago en sus referencias: ¿de quiénes habla?, ¿quiénes son los libero-izquierdistas llorones y pataleadores, Ricardo? Como digo, contra su su silencio habitual en el ámbito académico, aquel donde propiamente se trabaja con argumentos serios; Ricardo Milla desborda adjetivos sin referente apropiado en un gesto de inmadurez y de poca formación filosófica. Esto no es un ad hominem, que quede claro, la pretensión es tan descriptiva como me resulta posible.
Ahora bien, descrita la forma, vayamos al contenido. Milla sostiene en las primeras líneas “Pues nuestro Señor Cardenal, en defensa de los menos protegidos, de los que no tienen voz, los que no dialogan, le dijo a este ministro la gran verdad: Estás dando rienda suelta para que maten a seres humanos”. Ese argumento se cae sin esfuerzo, pero me imagino que Milla no se ha dado cuenta. Examinémoslo en dos frentes. a) ¿Está hablando Milla de Juan Luis Cipriani o se habrá confundido con Oscar Romero? Parece que la ignorancia histórica de este muchacho bloggero lo hace decir disparates. Los testimonios periodísticos, las crónicas y la CVR (que, sospecho, Milla descalifica a priori como interlocutor) demuestran que si ha habido en este país un obispo más lejos del rol profético de la defensa de los desprotegidos es Juan Luis Cipriani. De hecho, la indiferencia de Cipriani ante las violaciones de DDHH cuando le tocó ser obispo de Ayacucho no demuestra sino la inexactitud de las expresiones de Milla: ¿quién dio rienda suelta a qué, entonces?
Por otro lado, b) las posiciones de Milla y Cipriani suponen tesis no argumentadas y de corte confesional. Eso, a priori, no es un problema; de hecho, yo también estoy en contra del aborto como su Excelencia y como Milla. Sin embargo, que yo crea eso no hace que se trate de una posición sostenible de suyo y, menos aún, que sea posible postularla como política pública. No me extiendo sobre esto, porque a diferencia de Milla, yo le he dedicado varias horas de trabajo y reflexión al asunto, las mismas que se testimonian en algunos de los posts más leídos de este blog. Lo primero que debería enseñarte la filosofía, mi estimado Ricardo, es que si quieres hacer algo serio debes esforzarte por darle sustento a tus argumentos. No basta con decir cuatro payasadas con algo de sorna y a ritmo de salsa: hay que dar razones, Ricardo. Y, como diría un profesor de la Facultad de Derecho de la PUCP: tienen que ser buenas razones, porque hasta las estúpidas pueden querer ese nombre.
Sigamos. Milla dice: “Si bien se puede hablar de una separación constitucional de la Iglesia y el Estado, en el caso del Perú, no se puede negar la influencia factual que tiene la Iglesia Católica en la sociedad y en la política. [...]. A la Iglesia no le interesa el poder político como lo conocemos. (Bueno, el padre Arana es otro tema)”. Dos preguntas: a) ¿Qué? (en inglés sonaría más gracioso) y b) ¿En qué país vive el señor Milla?. a) Sí, claro: Ricardo tiene razón, hay una influencia factual. Lo penoso es que Milla parece respaldar esa influencia y casi añorar que fuese mayor. Parece que Milla no conociese la penosa historia de la influencia política de las Iglesias, particularmente de la Católica. No obstante, lo más gracioso es b), a saber, la idea de que a la Iglesia (asumo que se refiere a la jerarquía) no le interesa la política. No sólo eso, se exonera a “la Iglesia” (que ya es una afirmación vaga) y se trae a la memoria a Arana en un gesto que sin ser irrespetuoso expresa con claridad su sentido despectivo. Yo no tengo particular preferencia por Arana, dicho sea de paso; pero, insisto, ¿en qué país vives, Ricardo?
El resto de cosas son una retahíla de vaguedades y menciones risibles que sólo consigno por afán de coleccionista. a)”Píldora-mata-personas”: afirmación imprecisa, científicamente carente de sustento y no otra cosa que retórica reaccionaria. b) “nada más petulante que un laicista que no respeta el orden jerárquico [en referencia a Agusto Álvarez Rodrich y a que no llame "Excelencia" a Cipriani]“: ¿orden jerárquico?…hace tiempo que no leía cosa más estúpida (leo al periodismo peruano señores, así que esto es grave). c) Es hasta gracioso que cuando Milla pone su pésimo ejemplo de las cámaras de gas hable de “no decir ni ‘pío’”, cuando fue el mismísimo Papa Pío XII el que no dijo ni “pío” durante el exterminio judío en la Segunda Guerra Mundial. Hasta los propios ejemplos de Milla hace mofa de él…más cuidado Ricardo, que quedas en off side a cada rato. d) “Ugarte es el reciclo(neo)positivista cholo”: ¿además de mal argumentador, Ricardo, eres racista? Cuidado con las palabras, por favor…o será que esto también tiene que ver con tu concepción de la “jerarquía” en el Perú. Dicho sea de paso, ¿qué tanto has leído a Carnap y a Comte? No sé por qué me huele a que alguien se está quemando solito.
Bueno, termino diciendo algunas cosas más. Primero, que no me he detenido en la integridad de las cosas que dice Ricardo por una simple razón: son temas que he tocado largo y tendido en este mismo blog y creo que, aunque habrá razones para diferir, lo he hecho con el rigor de los argumentos, algo que se extraña en este post (además hay una razón subsidiaria: no se puede perder tanto tiempo cuando se trata de verborrea irreflexiva). Así que, anticipo, si se me quiere atacar por no ocuparme de las tesis aquí expresadas, remito a que se lean mis artículos antes. Espero que, al estar más familiarizado el autor con los links que con los libros, no peque esta vez con el típico exceso suyo de hablar sin leer suficiente. Segundo, quiero manifestar mi respaldo al ministro Ugarte. Aunque mucha gente pueda estar en desacuerdo con él, creo que actúa con valentía y con coherencia. No sólo le favorece la ciencia, sino el derecho y el buen juicio. Finalmente, termino diciendo lo que me parece más importante. El mismo señor Jesús, que parece tan olvidado en las “reflexiones santas” del señor Milla y del Cardenal, es quien es muy severo contra la hipocresía y la falta de genuino amor. No todo el que diga ‘Señor, Señor’ entrará al Reino de los Cielos, no lo olvide señor Milla…no sea que por defender lo indefendible esté usted comprometiendo eso que tanto parece importarle.