Revista Cultura y Ocio

No todo va a ser follar – @reinaamora

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

A veces él se preguntaba cómo sería. Cómo sería tener una vida normal con ella. Veía a otras parejas por la calle y se planteaba si eso es lo que él querría, lo que querrían ellos dos. Entonces recordaba, recordaba todo aquello que ella no le decía.
No era como las demás.
Eso le gustaba y le cabreaba. Eso hacía que se enfadase consigo mismo, le ponía de los nervios. Y al mismo tiempo hacía que la desease, por ser diferente y demostrarlo día a día. Y no es sólo por la facilidad que tenía para sacarle una sonrisa, no es sólo por el uso que hacía de las palabras. La forma en que le seducía cada vez que hablaba, o lo diferente que sonaba una frase en su boca, con su tono de voz. Había estado en manos femeninas muchas veces y en no pocas ocasiones le habían seducido. ¿Por qué sonaba tan diferente? ¿Por qué le despertaba eso en su alma?
Había intentado olvidarle, desde luego. Y siempre se había sorprendido a sí mismo escuchando su voz en la oscuridad de la noche, hablándole, sintiendo que estaba ahí a pesar de que le echaba de su vida. Y cuando volvía a buscarle estaba esperándole, sabía dónde encontrarle: en su interior. Siempre estaba, siempre había estado y seguía estando para él. ¿Cómo había llegado a necesitar tanto esto? ¿Por qué necesitaba saber que estaba bien? Y eso pronto no le bastó. Acabó necesitando más. Y ni siquiera tenía necesidad de pedírselo. Ella se lo daba. Siempre se lo había ofrecido.
Necesitaba saber que estaría ahí, para él. Que nunca le faltaría. Necesitaba sentir que le iba a hacer sentir lo que le hacía sentir. Necesitaba saber que iba a seguir ganándole a él. Necesitaba saber que sólo iba a amarle a él. Y así, su egoísmo fue escalando hasta unas cuotas a las que sólo llegaba el más enfermizo de los amantes. Y seguía creciendo. Seguía queriendo más de ella.
—¿Te doy todo lo que quieres? ¿Quieres más de mí? ¿No te cabrea que me des más de lo que te doy a ti? Te odio porque no me pides nada, porque no me lo tiras a la cara como yo hago contigo. ¿Esperas a algo? ¿Es por tu forma de ser? ¿O es que me comprendes y sabes cómo estoy? — Se preguntaba él a menudo.

Seguro que era un poco de todo, y una parte de eso que no compartía, que guardaba para ella, ese misterio que tenía dentro, esa parte oscura que tanto le repelía y le atraía. Era imposible no amarla. Su lado perverso, directamente, le reducía. Quería verlo ¿sabes? Quería verlo, sentir, dejarse atrapar por ella. Ver lo que era de verdad. Hasta ahora sólo le había dado pedazos, destellos. ¡Y qué destellos! Se lo había dado cuando le susurraba al oído tratando de despertar su lujuria, o cuando le llamaba cabrón en mitad del sexo. O la noche en que se conocieron. ¡Qué manera de follar!
Ella No tenía rival. Y en el fondo lo sabía. Ella se aprovechaba de eso pero no de la forma en el que las mujeres lo hacen. Hasta en eso le dejaba sin referencia, sin puntos de apoyo que le ayudaran a odiarle y a alejarle de sus pasiones. Cada vez que recordaba su lado salvaje le traía una ola de deseo que hacía que le quisiera más. Que quisiera retenerle, atraparle. Muchas veces se sorprendía siendo como era él, sin saber qué decir para que no se alejara o que no se le ocurriera dejarle en este loco mundo.
—¡No se te ocurra dejarme, cabrona !, — exclamaba. —¡No se te ocurra irte sin pedirme permiso, a mí y a mi sexo!!
Puede que su mente le diera libertad, pero sus brazos y sus piernas no pensaban lo mismo.
Pasear por la playa, ir al cine…. eso no se lo pedía ella, seguía sin pedirle nada.
—¡Hazlo! ¡Hazlo de una vez!, — se repetía constantemente, —¡Dame excusas para perderte de vista!
¡Qué iluso era ! No podía irse… ni dejarle ir.
Cuando él notó que le había perdido fue cuando de verdad fue consciente de lo que era para él. De lo que quería que fuera. De que quería que siguiera en su vida, sin dejar de llamarle. Sin que dejara de oírle llamándole. Y no la perdió. Ella seguía ahí, como una roca. Escuchando sus malos momentos y aportándole noches inolvidables. No se imaginaba cómo sería una relación con ella en la que fueran normales. ¿le querría igual? ¿y ella, le querría igual ?
Vaya pregunta estúpida. No podía olvidarle. Y ella no iba a dejar de amarle, y nunca iban a dejar de buscar cualquier momento para follarse. Y ese era un momento bueno Sí. Quería que le follara en ese justo momento y siempre, que se pasara de la lujuria al cariño con sólo un parpadeo. Ella le aportaba eso: Sus caras. Su verdadero yo. Y él sacaba su personalidad a su lado…
—¡Llévame! — Le decía él. — No sé dónde acabarás, porque eres imprevisible. Me encanta. ¡Llévame! ¡Llévame contigo! No me olvides, no me saques de tu interior. No se te ocurra olvidarme. No quiero un mundo en el que no esté presente en tus latidos, porque tú provocas los míos.

Ojala sólo fueran sexo, pero no, no todo va a ser follar.

—Y ahora ven. Y ámame como sólo tú sabes. Amor y sexo a partes iguales. Shhhhhh.

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