Revista Coaching

No vendemos chorizos

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

No vendemos chorizos

Estoy bastante seguro de que hace unos 200.000 años uno de nuestros antepasados ​​intercambió unas puntas de flecha de pedernal que había preparado a cambio de un filete de mastodonte, o algún cuerno de algún animal extraño por una piel para abrigarse. Las dos partes involucradas de alguna manera llegaron a un acuerdo sobre el valor de la transacción y el valor de los productos o servicios.

En algún momento de nuestra historia, la producción agrícola superó al crecimiento de la población, lo que significó que la agricultura excedentaria empezaba a reemplazar a la agricultura de subsistencia en muchos lugares. Por lo tanto, el campesino podía intercambiar parte de sus cosechas a cambio de que alguien reparara el cercado, enseñara a leer a los niños o que un juglar les cantara al salir de la iglesia.

Por tanto, el "valor" se volvió algo muy importante. ¿Era alguien que plantaba cultivos más valioso que alguien que cuidaba a los animales? ¿Era un caballo para el arado más valioso que un techo nuevo? ¿Se podría liberar a algunos de los niños de las tareas de trabajar de sol a sol empleando a otras personas, tal vez incluso enviándolos a la escuela, al seminario, al ejército o a un convento?

"Valor" representa utilidad, necesidad, deseo, estatus, interés, solución, rentabilidad, placer, que "merece la pena", etc. "Precio" es una compensación equitativa pagada a cambio de un servicio o producto deseado. Incluso los compradores están dispuestos a pagar precios más altos cuando perciben que esos precios denotan valor más alto. No olvidemos la máxima central del marketing: La lógica nos hace pensar, pero la emoción nos empuja a actuar.

Pero si no lo deseo... el precio me importa un bledo. Por eso Quevedo ya nos avisaba en el s. XVII que "Sólo el necio confunde valor y precio".

De hecho, cabe preguntarse si un producto o servicio tiene valor en sí mismo. Pongamos que te pregunto, ¿cuánto estarías dispuesto a pagar por...

  • un piso en Argel;
  • un diamante;
  • un diseño de página web;
  • una botella de brandy;
  • un proyecto de consultoría;
  • un teléfono móvil;
  • una hamburguesa?

Está claro que si no tienes intención de vivir en Argelia, no te gusta el brandy o eres vegetariano, esas cosas no tienen ningún valor para ti, así que su precio te da igual: no vas a pagar nada de dinero por ellos.

Más que hablar de valor de algo deberíamos hablar de valor para alguien.

En el caso de la empresa, ese alguien es el Cliente.

Los productos/servicios/información no tienen valor en sí mismos, sino que es el cliente quien se los atribuye.

Cuando ponemos en marcha los procesos de Realización del Producto (comprar materias primas, fabricar y poner a disposición del cliente) solemos llamarle "cadena de valor".

No vendemos chorizos

Pero lo único cierto es que se trata de una "cadena de coste", ya que todo ese trabajo tan sólo tendrá "valor" cuando un cliente esté dispuesto a pagar por el producto o servicio.

No vendemos chorizos, zapatos, diseños web o conocimiento. Lo que realmente vendemos es VALOR... para alguien (Cliente).

"Sólo el necio confunde valor y precio." - Francisco de Quevedo.

"El precio es lo que se paga. El valor es lo que se obtiene." - Warren Buffett

"En los días que corren la gente sabe el precio de todo y el valor de nada." - Oscar Wilde

Fuente: https://www.garridofreshmentoring.com/no-vendemos-chorizos


Volver a la Portada de Logo Paperblog