La noche entra por la ventana
se disfraza de fantasma, transparente entre las cortinas pálidas
se engancha en la tela y se cuela en la estancia,
descansa en la penumbra de entre las camas.
El aire está quieto, pesado de calor y sueño.
Sombras, formas, un espejo, una mesa, un armario.
Bultos bajo las sábanas.
Los susurros de las voces, de cuentos y recuerdos, ya son silencio.
Fuera, el viento arrastra el rumor de los árboles, de las hojas de eucalipto, de sus ramas largas.
Sobre la calma de la era, de la tierra seca, del relieve de las piedras bajo las estrellas,
la casa duerme entre paredes blancas.
Las últimas Perseidas cruzan el cielo fugaces, perdidas en un instante.