Suena una melodía lánguida. Un hombre accede a una habitación llena de espejos y, ante la mirada asustada de una mujer, empieza a forcejear con un desconocido y lo mata. Acto seguido lo encierra bajo llave en una pequeña habitación de la sala de espejos. Despierta agobiado por la pesadilla, se examina y advierte que en el cuello y en el brazo tiene marcas del forcejeo. Además, en la mesilla de noche encuentra la llave de la habitación donde escondió el cadáver. Es habitual de los clubs de Nueva Orleáns —en la película veremos con detalle su ambiente nocturno—, y bebe mucho. Por eso su cuñado, que es policía (el gran Edward G. Robinson), al que acude en busca de ayuda, no le tomará en serio, y le propondrá pasar una tarde en el campo con la compañía de sus parejas para olvidarse de todo. Mientras pasean, encontrarán una casa que le resulta tremendamente familiar, aunque asegura que nunca antes estuvo allí... ¿Quién es ese desconocido al que mató? ¿Lo hizo en sueños o casi inconsciente? ¿Está allí esa sala de espejos que él no recuerda haber visto jamás?
un extravagante psiquiatra tiene la solución
La película, escrita y dirigida por Maxwell Shane para Pine-Thomas Productions —filial de Paramount especializada en películas de bajo presupuesto que estuvo en activo duranto los años 40 y 50—, adapta el relato homónimo de Cornell Woolrich. Si bien el original literario aporta un punto de partida interesante, las limitaciones de producción y un excesivo afán mimético hacia los clásicos del cine negro acaban emborronando el resultado, cercano más bien al sucedáneo.
Como no podía ser de otra manera, la voz en off del protagonista va introduciendo la acción en casi todo momento. Lástima que funcione como un locutor de partido de tenis, contándonos lo que hemos visto ya, lo que estamos viendo y lo que veremos, siempre redundando y sin aportar nada respecto a la imagen. Por lo demás, Shane insiste en una serie de recursos que ya entonces sabían demasiado a «mil veces visto», además, esa iluminación que subraya sombras de persiana y ventiladores de aspa no es tan lechosa como la de sus modelos originales; resulta mucho más abrupta y feísta. O la aparición de planos angulosos metidos con calzador, que carecen de fuerza...
Con todo, debido a sus peculiaridades, la película tiene cierta gracia. Finalmente acaban casando todas las piezas del puzle: la resolución viene de la mano de un extravagante psiquiatra... Aunque en su momento pasara desapercibida, esta película cuenta hoy con una reducida pero al parecer compacta parroquia de seguidores.
Mateo Duque
Tit. Orig: Nightmare. EEUU, 1956. Director: Maxwell Shane. Guión: Maxwell Shane. Música: Herschel Burke Gilbert. Fotografía: Joseph F. Biroc. Intérpretes: Edward G. Robinson, Kevin McCarthy, Connie Russell, Virginia Christine
De los gritos de dolor del expresionismo a los más inquietos thrillers europeos sin olvidar los grandes clásicos de Hollywood, el equipo PRÓTESIS te trae el comentario crítico de cincuenta títulos escogidos. Este ensayo colectivo ha sido realizado por el Equipo PRÓTESIS para el número 8 de su publicación en papel, coordinado por David G. Panadero
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