Revista Cultura y Ocio

Noche en el motel

Publicado el 14 febrero 2016 por Bea Mendes
Noche en el motel
—Hola, buenas noches. ¿Qué desea?—Hola, buenas noches. Quería saber si dispones de una habitación libre para pasar la noche.— ¿Para cuantas personas?.—Pues una —dijo Chad un tanto borde —, ¿O es que no ve?.El recepcionista del Motel Disturbia alzó la vista y fijó la mirada en Chad.—Lo siento mucho señor —dijo irónico —, ahora mismo miro si tenemos alguna libre.A continuación rotó sobre la silla y buscó entre las llaves del mural que estaba justo detrás. Había como diez llaves.—Son diez euros la noche. Tome. Es la habitación número dieciséis. En el segundo piso, por el lado derecho.Cuando le entregó la llave, mostró una sonrisa maliciosa que no gustó para nada a Chad. Este pensó en disculparse por la bordería, pero ya era demasiado tarde, supuso. Sacó la cartera y comprobó que tenía dos billetes de diez y unas monedas. Más que suficiente.Dejó la recepción y caminó por la entrada hasta llegar al ascensor. Tocó el botón y permaneció a la espera de algún sonido que indicara que aquel trasto viejo funcionaba. El ascensor no daba señales de vida.— ¡No funciona! —gritó el recepcionista sacando medio cuerpo por encima de la mesa de recepción.Chad maldijo su suerte y se dirigió a las escaleras. Al comenzar a subirlas, notó como iban crujiendo bajo sus pies. Aunque había subido apenas dos pisos, tuvo la sensación de haber subido diez. Leyó el número de la habitación asignada, el cual no recordaba, y se dirigió a la que iba a ser su estancia esa noche. Al abrir la puerta escucho el chirrido de una puerta que, al parecer, no había sido engrasada al menos en los últimos quince años. Cuando entró a la habitación, no le sorprendió lo que encontró. Tenía lo esencial; una cama dura, cosa que comprobó al sentarse, una mesilla con un teléfono donde ponía solo llamadas a recepción, y un armario al que le faltaba una de las puertas. Chad permaneció de pie, sin saber si bajar a quejarse, cosa que supuso no le valdría de nada, o aguantar esa noche e irse a la mañana siguiente lo más temprano posible. La pereza le abordó y optó por lo segundo. Colocó la pequeña maleta de mano que llevaba, en el suelo al lado de la cama. En la maleta había un par de camisetas, un bóxer y unos vaqueros. Chad se tumbó en la cama para recuperarse un poco e irse, a continuación, a la ducha. En cuanto cerró los párpados cayó en un profundo sueño.La puerta comenzó a sonar como si alguien al otro lado llamase insistentemente. Chad se despertó sobresaltado, miró hacia la puerta y seguidamente hacia el reloj que descansaba en su muñeca. Eran las tres de la madrugada. Sabía que había llegado al Motel sobre la una y media, pero no sabía cuanto tiempo había pasado desde que se recostó en la cama, hasta ese momento. Sus pensamientos fueron interrumpidos de nuevo por el ruido que hacía la puerta al ser golpeada por unos nudillos. Permaneció expectante, sin quitar la vista de la puerta, como si, concentrándose,  pudiera hacer que la persona que estaba al otro lado de la puerta desapareciese. Al minuto, el ruido cesó. Chad respiró aliviado, cuando un gran estruendo, como si alguien hubiera golpeado su puño con rabia contra la puerta, le dejo sin aliento. Chad quedo inmóvil, perplejo. Estuvo como cinco minutos anonadado. Le temblaban piernas y brazos. Esperó un poco más y se levantó dirección a la puerta. Caminaba despacio, como si temiera que le escuchasen al otro lado. Se acercó a la mirilla y, no sin dudar durante unos segundos, echó un vistazo al pasillo. No vio nada y, rápidamente, volvió hacia la cama. Permaneció sentado con la mirada fija en la puerta, sin saber si todo había sido pura imaginación. Recordó el teléfono que se encontraba en la mesilla y se dispuso a llamar a recepción. En el teléfono, bajo los números, había una tira de papel donde ponía: num. Recep. 1029. Llamó. Después de cinco largos tonos, alguien contestó al teléfono. Antes que Chad pudiera decir nada, una voz, al otro lado del teléfono, comenzó a hablar.— ¿Ya estas despierto? Cuando subí no lo estabas… ¡No te duermas, que voy! —dijo la voz  en un tono que a Chad le pareció amenazante, y la cual no se parecía a la del recepcionista.Permaneció en silencio y la voz, que era grave y brusca, continuó:— ¡¿Preparado?! —preguntó la voz que colgó al instante.El teléfono quedó comunicando y Chad sintió como se le paraba el corazón. Reaccionó lo más rápido que pudo y comenzó a buscar alguna ventana que le permitiese salir de ese terrorífico lugar. Se maldijo al saberse atrapado. La única ventana que había tenía rejas, para que no se colara la gente, o eso es al menos lo que quiso pensar Chad. Pensó un plan B; cogió la maleta que tenía en el suelo y rebusco lo más rápido que pudo. Recordaba haber metido una pequeña navaja. No la encontró. De repente, escuchó como la puerta era golpeada de nuevo, pero esta vez con más furia. Como último recurso, Chad se metió en el pequeño armario y se colocó como pudo en el lado que tenía puerta. Se acurrucó lo máximo que le dejó su tembloroso cuerpo y permaneció allí, a la espera. La puerta no resistió más de tanto golpe y, finalmente, Chad sintió como la puerta cedía. Mantuvo la respiración desde su escondrijo y sintió como unos pasos se acercaban hasta él. En ese momento y ya perdida la esperanza, abrió bruscamente la débil puerta del armario para abalanzarse contra el intruso. Su sorpresa fue no encontrar a nadie. Se puso como loco a revisar con la mirada la pequeña habitación, finalmente, llevo la vista hacia la puerta. Estaba abierta pero intacta. Sin pensarlo dos veces, caminó hacia ella y se asomó al pasillo. Sacó la cabeza y miro de izquierda a derecha sin saber qué estaba buscando. Un sudor frío le recorría la frente cuando sintió una presencia tras él. No se atrevió a girarse. Notaba mucha presión en la cabeza, como si le fuera a estallar del terror. Notó una respiración en la nuca y escuchó la misma voz que, minutos a tres, le había hablado por teléfono.—Hasta que al fin te dejas ver… ¡Gírate! —gritó la voz tras él.Chad podía notar el calor que desprendía ese algo tras él.— ¡Mírame! —continuaba gritando la voz.Chad sintió como le flaqueaban las piernas y cayó desmallado.Cuando cobro la consciencia, miró a su alrededor. Se encontraba en la cama. Enseguida se acordó del intruso y se acurrucó en la cama mirando en todas direcciones. En un golpe de valor, cogió su maleta palpándola, sin quitar la vista de en frente y comprobó que estaba abierta. La cerró y corrió sin pensárselo hacia la puerta. Se asomó y miró hacia la escalera. La alcanzó en segundos y la bajo a tropezones. Cayó varias veces sobre sus rodillas, pero siguió bajando a toda prisa. Cuando llegó a la sala de recepción echó un vistazo hacia la mesa. Ahí estaba el recepcionista leyendo una revista. Cuando este se percató de su presencia le miró fijamente y esbozó una sonrisa que heló a Chad, después bajo la mirada y continuó leyendo. Chad miró la puerta a la vez que al recepcionista. En pocos segundos, y como alma que lleva el diablo, corrió a la salida, abrió la puerta y sin mirar atrás, se alejó lo más que pudo de aquel lugar.

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