Muchas son las discusiones que hay alrededor de la historieta y su naturaleza. La indefinición de su esencia, la propia renuncia del medio a muchas de sus características inmerso siempre en complejos de inferioridad no asumidos, la poca atención que ha tenido como objeto de estudio y una larga lista de causas hacen que estas discusiones sigan vivas y generen no pocas encendidas polémicas. Una de ellas, recurrente, atiende a su posible calificación como género literario y su relación con la literatura. No es una discusión fácil: desde el momento en que la historieta no ha sido analizada todavía con la profundidad de otras disciplinas artísticas, la argumentación quedará siempre coja por el lado de la historieta, todavía sumida en el terreno de la hipótesis no corroborada. A lo que hay que añadir, en este caso, complejos propios que enturbian la discusión desviando el foco, ya que se confunde la posible naturaleza literaria de la historieta como género con el ya tradicional acercamiento de la historieta hacia la literatura en busca de una dignificación que será siempre bastarda. Dos conceptos completamente diferentes que, sin embargo, se entrecruzan en cualquier debate, posiblemente porque éste se realiza a pie de calle y los que entramos al trapo no tenemos bagaje suficiente para argumentar lo primero y caemos en lo segundo.
Sin embargo, por lo menos esta discusión acaba de quedar cerrada completamente. Más estrictamente, dinamitada desde su base. El terrorista ha usado armas tan peligrosas como el lápiz y la tinta y responde al nombre de Pere Joan.
El paso de las obras de un medio a otro es común, hemos mamado cómo la historieta se nutría de la literatura al igual que el cine, cómo ahora el cine atraca sin prejuicios la historieta y las relaciones son infinitas: videojuegos, cine, música, literatura, cómic, pintura, se prestan obras entre ellos en traducciones que incurren siempre por obligación en el traduttore, traditore. Desde el momento en que una obra pasa de un medio a otro, se traiciona una parte de ella, se pierde parte de su substancia en el cambio formal que debe ser cosustancial a ella. Y Pere Joan, aparentemente, sólo plantea entrar en esa tradición de impíos traidores adaptando a la historieta Nocilla Experience, la novela de Agustín Fernández Mallo. Pero, ¡ay!, la cosa resulta ser más compleja de lo que parece porque Pere Joan juega una carta tramposa. El referente ineludible del afterpop que definía Fernández Porta parece un buen candidato a la traslación, a fin de cuentas, el propio concepto de fragmentación y de interdisciplinariedad que caracteriza a esas ideas son ya en el fondo una renuncia a la categorización tradicional. En un mundo globalizado donde los mensajes llegan ya hibridados, en mestizaje continuo entre los antiguos géneros, establecer limitaciones o fronteras es ridículo. La propia discusión sobre si el cómic es un género literario o sobre si tiene carga literaria quedaría obsoleta ante la naturaleza dispersa y difusa de unos límites que tienden indefectiblemente a desaparece, generando una comunicación de masas multidisciplinar y, a la vez, común entre medios.
Pero Pere Joan lanza una bomba envenenada a la discusión, una línea de pensamiento a la gallega pasada por la socarronería mallorquina que tan bien practica el dibujante que subvierte la cuestión en términos completamente nuevos. Y de la manera más sencilla: adaptando literalmente la obra de Agustín Fernández Mallo. No puede haber traición al original en la traducción entre medios porque el texto del escritor es respetado escrupulosamente (tan sólo en algunos momentos hay ligerísimos cambios para adaptar alguna conversación o se omite algún capítulo), de forma que lo que estamos leyendo es, sin duda alguna, la obra literaria original, desde la misma portada. Sin embargo, es una adaptación a la historieta, porque Pere Joan ha interpretado cada capítulo desde un punto de vista gráfico que aporta una lectura completamente distinta, transformando la obra completamente. ¿Dónde están los límites entre literatura e historieta? O mejor todavía ¿existe realmente la posibilidad de establecer compartimentos estancos? La bien conocida y popular teoría que establece la historieta como un arte híbrido entre literatura y dibujo queda completamente refutada ante una obra donde lo gráfico establece su propio discurso en paralelo al original del escritor. Están claramente separados, pero fusionados en unión indisoluble.
Una paradoja de imposible solución, un enigma cuántico. Poco podía imaginar DeBroglie que la dualidad onda-corpúsculo tendría hoy un nuevo equivalente en esta extraña dualidad literatura-historieta que Pere Joan plantea. Y es que, como en la naturaleza, la realidad no es un ente definido, es una función de probabilidad que se construye por el solapamiento de estados, como esta historieta/literatura que se añade al gato de Schrödinger y al amigo de Wigner en su dualidad, nunca sabremos lo que es hasta que la leamos. Y cada observador, posiblemente, establezca una naturaleza distinta de lo leído.
Pero no se acaba aquí la importancia de la propuesta de Pere Joan, porque su “adaptación”, o como se quiera llamar a este experimento, atrapa además a la perfección esa concepción de la realidad múltiple que plantea Fernández Mallo en su novela. La fragmentación de la narración desde lo multidisciplinar sigue estando, por lo anteriormente expuesto, en la base argumental de la obra, pero el dibujante aporta un nuevo nivel de composición: las partículas elementales que formaban la obra literaria resultan estar compuestas de pequeños quarks gráficos, de elementos compositivos visuales que aportan información que no era discernible a primera vista. Extraños quantos subjetivos, quizás la esencia de los memes, con los que Pere Joan establece un doble nivel de lectura: por un lado, el de plasmación fidedigna de la obra original, por otro, una sutil interpretación que invita a la reflexión y transforma el original en una segunda obra, distinta y con peculiaridades propias.
El resultado no puede ser más desasosegante: ¿hemos leído Nocilla Experience o no? ¿Qué hemos leído? ¿No era la historieta una forma de vulgarización de la literatura que la acercaba al populacho más iletrado?
Y, en el fondo, volvemos por tanto a esa discusión inicial: ¿dónde están hoy los límites entre los medios? Si atendemos a Nocilla Experience, la novela gráfica, son cosa de un pasado que se aleja a la velocidad de los bits.
Sin duda, una de las obras más sugerentes del año, que traslada al lector con inusual escrupulosidad la novedosa visión de una realidad construida a golpe de zapping que plantea Mallo (reconozco aquí que, por alguna extraña razón, esa visión me resulta familiar, quizás porque los físicos salimos de la carrera con algún tipo de tara neuronal común, quien sabe), pero que es a la vez una apasionante reflexión sobre la propia naturaleza de los medios hoy. (4)