Hace unos años un amigo incursionó al negocio de las ventas. Vendía una bebida con supuestas propiedades milagrosas. Cuando me comentó al respecto no estuve interesado por la sencilla razón de que ya consumía una marca de vitaminas específica, creía en ellas y había visto los resultados positivos en mi vida. Simplemente no quería cambiar.
Este individuo no dejaba de hablar de su bebida milagrosa y como ésta era mucho mejor que cualquier otra cosa. Cada vez que nos cruzábamos, en cada reunión con amigos en común y todos los domingos al salir de la iglesia me abordaba para hablarme de su producto. Para este individuo no existía otro tema de conversación que éste.
Llego un momento donde, por desesperación le compré su producto.
La pregunta es: ¿Fue este individuo efectivo?
La efectividad tiene que ver con lograr el objetivo planteado. Bajo ese ángulo, sí lo fue.
Años más tarde, mientras leía “Los 7 Hábitos de las Personas Altamente Efectivas” de Stephen Covey, descubrí el verdadero concepto de efectividad.
“La efectividad es lograr hoy el objetivo planteado de una manera que nos permita seguir obteniendo los mismos resultados una y otra vez”.
Bajo este concepto mi amigo no había sido efectivo. Él me presionó y presionó para que yo le comprara su producto hasta que lo hice (logró el objetivo planteado hoy) pero no de una manera que le permitiera seguir obteniendo los mismos resultados una y otra vez. (Su presión sobre mí erosionó nuestra relación al punto que lo estuve evitando por meses, en un momento lo tuve que confrontar y nuestra relación sufrió de forma permanente).
La efectividad es lograr los resultados de una forma que los puedas seguir logrando una y otra vez.
Por ejemplo, no es efectiva:
- La persona que trabaja sin cesar ganando mucho dinero a costa de su salud.
- La persona que se sobreentrena por un largo tiempo a costa de una lesión.
- La persona que vende un producto mediocre a costa de clientes insatisfechos.
- El gerente de planta que aumenta la velocidad de las líneas de producción y elimina las paradas de mantenimiento para batir récord de producción a costa de futuras fallas en los equipos o accidentes.
Stephen Covey lo llama el balance entre la “producción” y la “capacidad de producción”.
En su libro él cuenta la historia de “La gallina de los huevos de oro”. Donde el granjero, luego de encontrarse con que era dueño de una gallina que diariamente ponía un huevo de oro, decidió matar a la gallina para obtener todos los huevos de una sola vez. Al hacer esto, se llevo la sorpresa de que la gallina no estaba llena de huevos de oro.
La historia nos deja varias enseñanzas; pero el aprendizaje que está relacionado con la efectividad es el siguiente:
Ten cuidado que, con el afán de obtener más huevos de oro, acabes matando a la gallina… Ten cuidado que deseando más dinero, un ascenso, ventas, lograr una meta… no acabes destruyendo la “capacidad de producción” (tu cuerpo, su salud, tu familia, tu visión de negocio a largo plazo, etc.).
Con el objetivo de reflexionar, te dejo las siguientes preguntas:
1- ¿Cuáles son los resultados que quieres obtener? (Trabajo, negocio, físico, familiares, etc.)
2- ¿Cuáles son los recursos que estás utilizando para lograr esos resultados? (Tiempo, dinero, esfuerzo, relaciones, lista de potenciales clientes, etc.)
3- ¿Qué estas haciendo para que los recursos que tienes se puedan mantener en el largo plazo?
4- ¿Cómo está el balance entre la “Producción” (Resultados) y la Capacidad de Producción (Recursos)? ¿Estás matando a la gallina de los huevos de oro?
Fuente: Liderazgo Hoy.
C. Marco