Cuando uno se imagina una máquina del tiempo se le viene a la cabeza la imagen de un coche futurista o un extraño vehículo con silla de barbero incluida, no, como muestra Black Hollow Cage, una caja negra de grandes dimensiones y sin ningún tipo de decoración que aparece como por arte de magia en mitad del bosque.
Alice que vive con su padre en una casa moderna siente que está atrapada y sola en una prisión de la que no puede escapar, una casa con cristaleras y ventanales como muros que permiten ver desde fuera todo lo que acontece en su interior pero que deja ciego al dueño cuando este mira desde dentro ¡sobretodo si es de noche! Un accidente en el pasado se llevó a su madre y le dejó a ella como regalo la perdida de uno de sus brazos que ha sido sustituido por otro robótico. Junto a ellos nos encontramos, compartiendo sus vidas, un perro con voz mecánica, gracias a un altavoz, al que ella llama mamá y que sustituye a la figura de Beatrice. Los tres recibirán la visita de dos niños, uno de ellos mudito, justo en preciso momento en que la chica de las camisas largas, usa un número considerable de modelos durante todo el metraje de Black Hollow Cage, encuentra la misteriosa caja que parece venir del futuro.
Este es el comienzo de una historia de ciencia-ficción con viajes temporales que cambian los acontecimientos que se suceden a cada minuto. El doble de la niña y más tarde el del padre tendrán que echar el resto para desbaratar los planes de esos niños que se han colado en su vida y que tienen un propósito en mente bastante dañino. Como en la obra de Michael Haneke, la gran Funny Games, la amenaza llega de manos de dos desconocidos que usan la violencia física como única arma para llevar a buen puerto su objetivo. Dos almas errantes con forma de niño que necesitan cariño y que esconden malévolas intenciones. Sadrac González utiliza como él largas escenas sin apenas diálogo que a veces llegan a cansar con un ritmo lento y una estética poética que hace bella hasta la muerte más sangrienta. Las palabras son sustituidas por mensajes escritos que se convierten en avisos de lo que va a ocurrir, los gritos a veces multiplicados refuerzan el desgarrador sentimiento de Alice al sentirse abandonada, todo se ahoga en un silencio sepulcral que recorre cada metro de esa casa a la que le falta vida y le sobra espacio.
No sé si decir que nos encontramos ante una película de suspense, un largometraje de ciencia-ficción o un drama lírico con toques a lo Kubrick con empacho de escenas a cámara lenta y con música clásica de fondo. Alice, Erika y hasta el perro-lobo blanco son poesía en movimiento cuando pasean por el bosque o caminan descalzos por el frío suelo. Parece que se ha puesto de moda este año ese color para las mascotas de los aislados habitantes de las casas en el profundo bosque, como en Llega de noche, de Trey Edward Shults. Algún sentido tendrá que yo desconozco.
Sitges acogió la visita de su director y su protagonista, una Lowena McDonell que fue escogida como la mejor aspirante en un numeroso casting y ahora llega a Nocturna, esta Black Hollow Cage como una novedad entre tanta película de terror.
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