Uno de los lectores del blog – y no precisamente el que más aprecio – me retaba a que escribiera sobre el recientemente finalizado XX Congreso de la CTC, un tema que tenía en agenda y que, sin embargo, había postergado para poder organizar mejor las ideas y no dejar en mis letras una primera impresión que al final perdiese cualquier segunda oportunidad.
Para empezar diré que, como trabajador humilde de nuestro país, no estoy satisfecho con el Congreso y sus resultados, pero tampoco esperaba otra cosa.
Como era lógico las discusiones se centraron en tres problemáticas fundamentales que están íntimamente relacionadas: la cuestión salarial, el funcionamiento de los sindicatos y la pertinencia o no de permitir a los cuentapropistas la posibilidad de agruparse en sindicatos paralelos.
La discusión en torno al salario terminó previsiblemente con la aceptación de la tesis oficial sobre la imposibilidad de elevar los ingresos de los trabajadores en un futuro próximo – salvo en el sector de la salud – para evitar una casi segura inflación. Es decir, una vez más, la anteposición de los intereses del Estado a los de la masa trabajadora, como si la luna de miel entre la macro y la microeconomía no hubiese terminado en Cuba hace más de veinte años.
¿Cómo aceptar aquellos que vivimos de un salario que los que supuestamente debían defender nuestros intereses en un marco de oro se hayan limitado como escolares a escuchar y asentir en vez pelear y disentir?
Que pobreza de delegados los del XX Congreso que ni siquiera pudieron discernir que el problema de Cuba no es el salario nominal que cobramos cada mes, sino la disminución cada vez más brutal del salario real, causada no sólo por la falta de productividad, como se aduce, sino también por la especulación y la mala administración de muchos tecnócratas que no viven del salario precisamente.
¿Por qué no exigieron nuestros delegados la reducción del margen comercial a los productos de primera necesidad, en especial de los alimentos, en las tiendas recaudadoras de divisas si saben que estos arruinan a los más necesitados y sirven de vergonzoso patrón de medida a los costos en CUP?
¿Por qué no protestaron contra la eliminación de los subsidios, que no fueron establecidos en Cuba por error como está de moda decir ahora, sino por justicia, y cuya paulatina desaparición ha ido haciendo descender el ingreso real de los trabajadores?
Todo eso genera falta de legitimidad, cuando lo que más necesita el movimiento sindical cubano es legitimarse ante la gente y demostrarle que puede defenderla y pelear por sus derechos como siempre hizo en Cuba la CTC, incluso en las condiciones más difíciles. Marchar alineado con la Revolución no significa estar de acuerdo en todo con lo que se dice y orienta desde arriba.
Esa es la causa número 1 de que hoy los jóvenes y otros que ya no lo son tanto perciban el sindicato como una forma de pago, ajena por completo a sus intereses, que sólo sirve para reunirse una vez al mes (cuanto más rápido mejor) y celebrar una o dos actividades al año, siempre con la venia de la administración; y por esa razón cada vez más trabajadores abandonan los sindicatos, algo que era impensable que sucediese hace algunos años; pero que hoy pasa por causas naturales y poco relacionadas con disentimientos políticos como algunos quieren hacer ver (nuestra sociedad es, desafortunadamente, cada vez menos política y más reggaetonera). Pero en el mar de apatía el resultado viene siendo más o menos el mismo: el trabajador se desclasa y termina como marioneta en manos de dueños y administradores (que no es lo mismo, pero en Cuba es casi lo mismo).
Porque no debemos engañarnos más: Una buena parte de los cuentapropistas no son trabajadores, son DUEÑOS, EMPRESARIOS, CAPITALISTAS y PEQUEÑOS BURGUESES, por los que su inserción dentro de los sindicatos es totalmente antinatural y responde sólo al deseo de tapar el sol con un dedo y salvaguardar con artificios conceptuales verdades políticas de tiempos idos. No tiene ningún sentido que el dueño de una empresa pertenezca al sindicato en el que además militan sus empleados, una de las dos partes está sobrando.
Tampoco hay lógica en lo que alguien propuso en el XX Congreso de la CTC: que los “cuentapropistas” (odio la palabrita), tuviesen su propio sindicato aparte, ¡pues no todos son trabajadores! Los que tienen que estar sindicalizados, si así lo desean, son sus empleados, para que puedan defenderse de presentes y futuros abusos. Y es conveniente que lo estén en los sindicatos existentes, pues no hay necesidad alguna de reinventar la rueda. Lo que hay es que lograr que esos sindicatos funcionen.
Es cierto que las condiciones de Cuba no son iguales a las de otras naciones, pero desde el Marxismo que aprehendí y desde mi muy humilde criterio sostengo, que las leyes que rigen el desarrollo de las sociedades son las mismas para todo el mundo y no se saltan Cubas y cuentapropistas por voluntad política y conceptos inventados.