Nomadland suena este año como la gran favorita para ganar el Oscar a la mejor película, lo que sería una muy buena noticia. La obra de la directora Chloé Zhao -The Rider (2017)- es un film poderoso, relevante, muy humano, que además afronta temas actuales. Basada en el libro País Nómada: Supervivientes del siglo XXI de Jessica Bruder, la película de Zhao funciona prácticamente como un documental orquestado alrededor de la actriz Frances McDormand, cuyo personaje de ficción viaja por la geografía de Estados Unidos y conoce las historias de varias personas reales, algunos de los cuales, curiosamente, no conocían a la intérprete y pensaron que estaban ante alguien como ellos. MCDormand da vida a Fern, una mujer que tras la crisis de 2008 se ha quedado sin trabajo, pero también sin casa y sin pueblo, cuando la fábrica que le daba empleo a todos sus habitantes se ve obligada a cerrar. Con estas razones entenderemos que Fern se haya convertido en una nómada moderna, solitaria e incapaz de echar raíces en ningún sitio, que vive en una furgoneta en constante movimiento. La película es una road movie en toda regla, solo que sin el Mcguffin de un destino: no hay más razones para el continuo viaje de Fern que buscar un trabajo para sobrevivir un día más. En ese camino iremos conociendo paisajes geográficos pero también humanos. Nomadland está llena de paradas preciosas en el camino, de conversaciones delante del horizonte, en un argumento que se desarrolla de forma relajada, nostálgica, casi siempre con la luz del crepúsculo. La película asombra por su belleza, pero también por la enorme cantidad de cosas que nos dice. Nos habla del final de una forma de entender la -maldita- economía, el trabajo y el trabajador. Por lo tanto, de una nueva forma de entender la vida. El amanecer de la era Amazon. Zhao dibuja un panorama desolador -que sería apocalíptico si no hubiera ocurrido ya- de trabajadores que son esclavos, desechables más que temporales, incapaces de acceder a un sueldo que les permita siquiera tener un techo sobre sus cabezas, cuyo único camino es seguir trabajando hasta morir. Pero Zhao trasciende su propia premisa, para decirnos también que detrás de cada uno de los nómadas que conoceremos en su magnífica película hay una tragedia personal que nos hará emocionarnos y también, por qué no, una cierta dignidad, una cierta rebeldía. Los nómadas también lo son por decisión propia, por no dejarse llevar por las carreteras secundarias que se presentan en el camino, por seguir haciendo kilómetros de asfalto que también son los de la existencia.
Revista Comunicación
Nomadland suena este año como la gran favorita para ganar el Oscar a la mejor película, lo que sería una muy buena noticia. La obra de la directora Chloé Zhao -The Rider (2017)- es un film poderoso, relevante, muy humano, que además afronta temas actuales. Basada en el libro País Nómada: Supervivientes del siglo XXI de Jessica Bruder, la película de Zhao funciona prácticamente como un documental orquestado alrededor de la actriz Frances McDormand, cuyo personaje de ficción viaja por la geografía de Estados Unidos y conoce las historias de varias personas reales, algunos de los cuales, curiosamente, no conocían a la intérprete y pensaron que estaban ante alguien como ellos. MCDormand da vida a Fern, una mujer que tras la crisis de 2008 se ha quedado sin trabajo, pero también sin casa y sin pueblo, cuando la fábrica que le daba empleo a todos sus habitantes se ve obligada a cerrar. Con estas razones entenderemos que Fern se haya convertido en una nómada moderna, solitaria e incapaz de echar raíces en ningún sitio, que vive en una furgoneta en constante movimiento. La película es una road movie en toda regla, solo que sin el Mcguffin de un destino: no hay más razones para el continuo viaje de Fern que buscar un trabajo para sobrevivir un día más. En ese camino iremos conociendo paisajes geográficos pero también humanos. Nomadland está llena de paradas preciosas en el camino, de conversaciones delante del horizonte, en un argumento que se desarrolla de forma relajada, nostálgica, casi siempre con la luz del crepúsculo. La película asombra por su belleza, pero también por la enorme cantidad de cosas que nos dice. Nos habla del final de una forma de entender la -maldita- economía, el trabajo y el trabajador. Por lo tanto, de una nueva forma de entender la vida. El amanecer de la era Amazon. Zhao dibuja un panorama desolador -que sería apocalíptico si no hubiera ocurrido ya- de trabajadores que son esclavos, desechables más que temporales, incapaces de acceder a un sueldo que les permita siquiera tener un techo sobre sus cabezas, cuyo único camino es seguir trabajando hasta morir. Pero Zhao trasciende su propia premisa, para decirnos también que detrás de cada uno de los nómadas que conoceremos en su magnífica película hay una tragedia personal que nos hará emocionarnos y también, por qué no, una cierta dignidad, una cierta rebeldía. Los nómadas también lo son por decisión propia, por no dejarse llevar por las carreteras secundarias que se presentan en el camino, por seguir haciendo kilómetros de asfalto que también son los de la existencia.