Nomadland; Hogar no es una palabra

Por Victor Fernández.
"¿Hogar es una palabra? ¿O es algo que llevas contigo?" Esta frase de una canción de The Smith, que lleva tatuada una de las compañeras de trabajo de Fern (Frances McDormand), resume una de las constantes que sostiene Nomadland (Chloe Zhao, 2020) durante todo su metraje. Una mujer, después de perderlo todo durante la recesión, se embarca en un viaje hacia el Oeste americano viviendo como una nómada en una caravana. Nomadland; Hogar no es una palabra

Así se nos presenta este melancólico y sensible viaje que, tras alzarse con el León de Oro en Venecia y recibir elogios en el Festival de San Sebastián 2020, ha triunfado en la carrera de premios norteamericanos, incluidos los Globos de Oro (Mejor película y directora), encarando ahora los Oscar como gran favorita en este 2021 todavía pandémico y de pocos estrenos.

De este modo, la llegada a cines y plataformas de Nomadland resulta más esperada que nunca y nos permite conectar de manera especial con la búsqueda de un sentido espiritual y vital en medio del caos global que presenciamos. La capacidad de Zhao para narrar la introspección de la protagonista es hermosa. Es una cinta construida a través de mirar y escuchar los rostros que la rodean. En especial el de su personaje principal, sustentada por una sensacional actuación de McDormand. Teniendo en cuenta que ella es la única actriz profesional, junto al actor David Strathairn, la película adquiere un tono semi-documental que le permite adentrarse de manera aún más humana en los personajes que retrata. Así es el caso, por ejemplo, de las entrañables Linda May y Charlene Swankie, dos verdaderas nómadas que interpretan una versión ficticia de sí mismas y brillan con absoluta naturalidad.

Nomadland puede llevar al espectador a diferentes visiones sobre su trasfondo que producen un debate constante en torno a la palabra libertad. Muchos han visto en la película de Zhao una historia algo incoherente sobre una persecución de la vida sin barreras que, sin embargo, cae en ellas cuando la protagonista se ve obligada a trabajar en grandes empresas símbolo del consumismo, como es el caso de Amazon. En esos trabajos temporales donde Fern consigue subsistencia, más allá de su vida de carretera en solitario o junto a otros nómadas que buscan su camino hacia la espiritualidad, es donde recae la dureza de un estilo de vida que, en sus deficiencias dentro del mundo capitalista que vivimos, nunca llega a encontrar la pura independencia.

Sin embargo, Zhao sabe encontrar en ella una reflexión honesta sobre una filosofía de vida que intenta alejarse lo máximo posible de este hecho inevitable. Así, a pesar de las duras condiciones, que la cineasta tampoco nos ahorra (los trabajos precarios, las inclemencias del tiempo...), la película consigue sacar a relucir cierta belleza en el apoyo y calor humano. Fern se ha visto obligada a abandonar su anterior vida. Su pueblo y casa han desaparecido, así como su marido que murió años atrás tras una larga enfermedad. De este modo, la protagonista ya no tiene aquel hogar donde su vida tenía sentido. Es casi una fantasma encerrada en un mundo que la ha dejado fuera (por edad, por condición social, por preparación...) y cuyo único hogar es aquel en el que comparte tiempo con la gente que la entiende, que la acompaña y la escucha.

Nomadland es una película/viaje como ya lo era Las uvas de la ira, tanto la novela de John Steinbeck, como la película de John Ford. En ella una familia se veía obligada a recorrer un largo y difícil camino por Estados Unidos en busca de trabajo durante la Gran Depresión. Así, en la gran crisis de 2008, muchos norteamericanos se vieron obligados a realizar este mismo viaje huyendo de la pobreza. Otros, sin embargo, se lanzaron a él en busca de un modo de vida que les devolviese a sus orígenes. Unos orígenes que Fern añora y que consigue luchar contra ellos en su vuelta al hogar. Un hogar que ya no existe y que se ha convertido, inevitablemente, en una furgoneta llena de recuerdos donde acogerse a lo bello de la vida: una cerveza, una amistad, un objeto significante o una carretera donde nunca decir "adiós" si no un "nos vemos".

Chloé Zhao no pretende dulcificar la pobreza. Por mucho que se le achaque un preciosismo en su mirada fotográfica de los paisajes, este realmente aparece cuando se alcanza cierta conexión con la naturaleza. Una naturaleza que, sin embargo, se ve imbuida por los grandes almacenes de paquetería, las cocinas de un restaurante de carretera o los baños sucios de un camping que Fern tiene que limpiar junto a su amiga Linda May. Sí se le puede señalar, en cambio, que la música de Ludovico Einaudi sea en ocasiones algo intrusiva. Ya no sólo excesivamente melancólica, sino incesante cuando no debe (esa escena en la que unos jóvenes tocan la guitarra en el silencio del desierto y la banda sonora suena por encima).

Pero a pesar de este detalle, Nomadland no deja nunca de ser una empática y profunda mirada a los marginados. Menos dura que la de Ford, pero igualmente humana. Y en ella se encuentra parte del espíritu americano, donde muchas personas quedan fuera de las convicciones impuestas. La cinta es un camino donde escuchar y ver los rostros de una sociedad que, imbuida por el liberalismo económico, y sin encontrar la verdadera libertad (si es que acaso esta existe), sí consigue observar un mundo real donde las emociones se palpan en las experiencias compartidas. Porque hogar no es una palabra. Hogar es aquel lugar donde encontrarse a uno mismo.

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##check## Lo bueno

La emocionante actuación de Frances McDormand, más humana que nunca.
La búsqueda entre ficción y documental de Chloé Zhao.

##times## Lo malo

La, a veces, intrusiva banda sonora de Ludovico Einaudi.

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Ambientación 8.5

Perfecta. La carretera y desiertos de la Norteamérica profunda revelan la soledad de unos personajes que, sin embargo, consiguen calor humano entre ellos. La película muestra la belleza y fealdad de sus condiciones por igual.

Desarrollo de Personajes 8.5

Bello y conmovedor. Los personajes secundarios, en su mayoría reales, están construidos con una visión documental verdaderamente notable. Todo aportan su granito de arena a la construcción principal, la de Fern. Este personaje acaba haciendo un viaje a sus fantasmas realmente brillante.

Argumento / Guion 8.0

Sabe equilibrar muy bien la ficción con lo real que se esconde tras algunos de sus personajes. Es una película llena de conversaciones y diálogos valiosos. También es un guion que sabe tomarse su tiempo para observar acciones del día a día que construyen una atmósfera precisa y melancólica.

Banda Sonora 6.0

La composición de Ludovico Einaudi es bonita, pero no es la que mejor le sienta a la cinta. En ocasiones está demasiado presente.

Entretenimiento 7.5

No es una película que busque entretenimiento. Reflexiona y lo hace con una calma alejada de los blockbusters y los grandes taquillazos. Por ello su éxito en los premios estadounidenses no deja de ser sorprendente, aunque pueda entenderse dentro de su mirada a las raíces norteamericanas.