Revista Cultura y Ocio
Una de las cosas que más me cuesta a la hora de escribir un relato o, intentar animarme con una historia más larga, es la elección de los nombres de los personajes, tanto de los protagonistas como de los secundarios.
Las razones de esta dificultad radican en que quiero bautizarles con el nombre perfecto, como todos los escritores, vaya, y que nunca consigo esa unión de palabras que hacen que una campana se ilumine en mi cabeza diciéndome que tenemos un ganador.
Si me pongo a pensar, me doy cuenta de que tengo más facilidad para los nombres femeninos que para los masculinos. ¿Alguna chica que haya marcado mi vida? No lo creo, por la sencilla razón de que nunca he nominado a ninguna de mis creaciones con un nombre con alguno de sus nombres.
El nombre de mujer que más he utilizado ha sido «Maya» o «Maia», dependiendo de la historia.
Pienso que detrás de cada nombre de personaje hay una historia del autor, ya sea de forma consciente o de forma inconsciente. Algunas serán más profundas y otras no serán más que simples circunstancias que se han unido para la elección del mismo. En el caso de Maya su origen no se remonta más allá de un videojuego que jugué cuando era joven, en el cual el protagonista, un abogado, era asistido por una chica que era médium. Ese fue uno de los personajes que más me cautivó de toda la historia, y la razón por la que ese nombre es uno de los primeros que viene a mi cabeza a la hora de denominar a alguien.
La verdad es que siempre he preferido tener como protagonista a una mujer que a un hombre. Es por ello por lo que si me pongo a rememorar los nombres que les he dado a mis personajes masculinos la lista es más bien escasa. Éric, Juan, Marcos… aunque la gran parte de mis relatos sobre hombres tiene un protagonista anónimo. ¿Será porque tienen gran parte de mí y no puedo hacerle encajar cualquier otro apelativo?
Además, puestos a elegir, siempre acuden a mi mente nombres americanos antes que españoles. Creo que mi falta de lectura de escritores nacionales, junto a mi obsesión por las series de televisión del otro lado del charco, están haciendo mella en mí. Pero, ¿qué le hago si me gusta más Jack que Juan?
¿Cuál es la manera que vosotros utilizáis para escoger un nombre?
Es que además, esta dificultad se traslada también a mi vida real. El debate que tuvimos en mi familia cuando llegó mi perro no llegaba a tener solución. Yo lo hubiera llamado de una manera muy friki. Creo que Bast es uno de los mejores nombres que se le podría dar, pero eso en mi casa no acababa de calar. Nuestra decisión final fue llamarla mushroom, dicho además como si tuvieses un palo en la boca. Menos mal que cuando llegó ya tenía nombre. Ahora creo que a Kokonada podría quedarle mejor. ¿Será entonces que a medida que escriba sobre un personaje este irá encajando cada vez más con ese alias que le dé? Es muy probable.
Pero hasta entonces, mientras el proceso de ajuste esté en marcha, mi cabeza sufrirá por encajar las piezas de este puzle que se nos presenta a todos los que intentamos escribir.
Por lo menos puedo decir, que una vez que he terminado una historia, siempre creo que el nombre que he elegido ha sido el mejor. Diréis que es porque un padre nunca puede mirar con malos ojos a su bebé, pero todos sabéis que en el caso de un creador, los ojos con los que siempre se mira a tu retoño son los del escepticismo. Siempre piensas que puedes hacerlo mejor, y probablemente sea verdad, pero también lo es que si intentas mejorar algo constantemente es muy probable que lo acabes echando todo a perder.
Sea como sea, yo sigo sin saber cómo elegir mis nombres. Supongo que siempre me quedará el plan B de todo escritor. Meterme en una página web de esas con listas interminables de nombres y robar alguno que me pueda convencer.
@CarBel1994