Debemos admitir que los periodistas que creemos poseer un currículo honorable nos vendemos bastante baratos a los espectáculos más denigrantes que se dan en España, como La Noria, de Tele5, que utiliza los hechos más miserables para exponer los peores apetitos y sentimientos humanos.
Hay muchos programas similares, pero debe elegirse La Noria como ejemplo porque su conductor, Jordi González, es un profesional competente que sabe elegir los temas más escabrosos y a periodistas de largo y reconocido historial para confrontarlos en un juicio popular como si fueran sabios ciudadanos.
Presentador, periodistas, temas, y el público que aplaude “espontáneamente” las intervenciones obedeciendo las órdenes de un productor que nunca muestra la cámara, son la muestra más sucia del carácter miserable de muchos personajes de todas las comunidades.
El morbo que inspiraba una mujer que justificaba al novio que le pega, un rico cocainómano que le provocó el coma a “un caballero a la antigua” que se interpuso, casi elevó al Everest la indignidad del espectáculo.
Entre programas aceptables aparecen como comunes, incluso como recomendables, personajes despreciables, modelo amantes de la zoofilia.
Hay periodistas comprensivos, que los defienden, aunque otros los ataquen teatralmente.
Los pervertidos cobran una buena cantidad y los periodistas entre 300 y 1.000 euros: lo sabe este cronista porque le ofrecieron participar en un programa, y en un momento de lucidez rechazó la golosa propuesta.
La última indignidad fue la entrevista con Rosalía García, madre de El Cuco, imputado por la violación, asesinato y desaparición de Marta del Castillo.
Recibió 10.000 euros por decir que su malvado hijo era un buen niño. Malditos niños asesinos.
Pero ahí estábamos los periodistas, cobrando y permitiendo que esa mujer cobrara, para afirmar sin vergüenza después, los muy sinvergüenzas, que somos gente honorable.
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