Tenerife es la más grande de las Islas Canarias y en mi opinión, dentro de lo que conozco, la más completa. Recientemente viajé por segunda vez y quería conocer la cara más salvaje de la isla, el norte; explorando los lugares más interesantes que ver en esa zona. Desde luego, no me defraudó. Paisajes de vértigo, naturaleza en estado puro, pueblos de arquitectura singular, auténtica comida isleña y un sentimiento de aislamiento y de aventura fueron los protagonistas durante los días que le dedicamos.
Este viaje se complementó perfectamente con otro que había hecho durante cinco días en la isla, comenzando a disfrutar como quien ya domina el territorio y quién elige adecuadamente lo que quiere ver. Además, disfruté de la compañía de una de mis personas favoritas y me sentí como en casa, pisé una playa que da nombre a una de mis canciones de referencia y me cargué de energía en cuestas infernales, baños relajantes y el sol radiante pero no asfixiante que nos acompañó. ¡Qué bien se vive en Canarias!
Masca: el pueblo suspendido en las montañas
Santiago del Teide es la frontera para mí entre los dos Tenerifes. A partir de este punto, paisaje e incluso el tiempo se transforman. En el camino que lleva a Masca, la montaña ocupa la mayor parte del territorio y las carreteras serpenteantes son dignas de una película de acción. Las vistas no dejaron de maravillarme ni un segundo.
El pueblo es tan bonito como curioso. Las casas van salpicando la ladera, que es abrupta y forma recovecos encantadores. Hay dos bares que ejercen como balcón para ver las vistas del barranco que cae por debajo del pueblo y que se puede recorrer en una ruta de unas cuatro horas y que lleva a los Gigantes, pero que nosotras por falta de tiempo descartamos. Un vendedor ambulante nos ofrece fruta en el camino que lleva a ese peñón tan característico del lugar, que culmina el recorrido y que mejora aún las vistas del pequeño camino realizado.
¡Es para quedarse embobado!
Garachico: baño y paseo por este bonita localidad
Otra parada muy interesante y fácilmente combinable con la anterior para un viaje de un día es Garachico. Conocida por unas piscinas naturales que han sabido crear muy cerca del centro, me resultó una sorpresa por las preciosas construcciones que tiene, así como por la limpieza y elegancia de sus calles. Comenzamos dándonos un baño en las piscinas, disfrutando del paisaje y de la cómoda incursión en estas charcas.
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Luego simplemente paseamos, dejándonos sorprender por los rinconcitos de Garachico, que como ya dije, me encantaron. Dejaré que hablen las fotos.
Imprescindible: Me gustó mucho comer en el restaurante Bodegón Plaza – Casa Juan. Aunque no tengo comprobado que sea un antiguo guachinche, si parece una casa de toda la vida donde se hace comida tradicional canaria. Me encantó todo lo que comimos –queso frito, unos mejillones y un conejo al salmorejo, así como una riquísima tarta de hijos- y el lugar. ¡Y los platos valían cinco euros!
Anaga: naturaleza abrupta en la zona más espectacular de Tenerife
Anaga adquirió para mí el tan manido adjetivo de imprescindible prácticamente desde el momento en que la vi. Fue el paisaje que más me enamoró de la isla; el lugar que sería mi retiro si viviera en Canarias. Se trata de una península, parque rural y macizo, fácilmente localizable en el extremo nororiental de la isla; uno de los cinco distritos administrativos de Santa Cruz de Tenerife; y Reserva de la Biosfera desde 2015 –es por ejemplo, la zona con mayor número de endemismos de Europa-.
De camino, paramos en el mirador de Cruz del Carmen, con unas vistas espectaculares de lo que dejamos atrás. En la carretera, los árboles comienzan a cerrar el camino y pronto hay una explanada desde donde parten diversas sendas que se adentran en terreno de laurisilva. Nosotras elegimos la más sencilla, el Sendero de los Sentidos, que es una pequeña ruta circular de unos tres kilómetros, perfectamente señalizada e indicada con el número ‘3’. El color verde es el auténtico protagonista y es difícil de imaginar cuantísima naturaleza encierran estos caminos.
Más allá de estos términos, la carretera comienza a ser cada vez más pendiente y el paisaje es cada vez más escarpado. Me encanta pensar también cómo las antiguas poblaciones llegaban a estos territorios y se asentaban sobre ellos, dando lugar a lo que hoy son bellos paisajes naturales salpicados de fachadas de color blanco en su mayoría.
Nuestra primera parada es el pueblo de Taganana, una perfecta composición de terreno pendiente, casas de fachada blanca, dragos y palmeras. Las flores dan color a un pueblo con poca gente en sus calles y apenas un turista al que pedimos una foto. Y quizás sea ese su mayor aliciente: su calma. La plaza del pueblo es coqueta y tiene dos iglesias, una de pequeña dimensión. Tomamos algo y nos volvemos a poner en marcha.
Imprescindible: playa de Benijo
La playa nos espera. Benijo y esos versos de un amor de verano que tanto escuché. Un paisaje que al principio puede parecer uno más, pero que a medida que bajas sus empinados escalones y a medida que vas haciéndolo tuyo, vas siendo consciente de que es muy especial. Que dentro de un rato no te vas a querer ir. Que te apetece bañarte una y otra vez y que te sientes muy pequeña allí. Que la naturaleza es a veces lo único necesario. Si te enamoras en Benijo, te enamoras dos veces; supongo. Y yo también al final acabé rendida.
¿De qué me sirve esperarte, si me entra el sueño y no hay más que un circo triste y cobarde que no quiere regresar? Te veo en cada gaviota aunque no sepa si hay mar. Detrás de cada pareja no tengo con quién bailar. Desnúdate que hay tormenta y llueve por no llorar. Juré contar nuestra historia; nunca decir la verdad. Te llevaste mi memoria; juraste no regresar. Te veo en cada gaviota. Juré contar nuestra historia”.
La Laguna: la ciudad elegante
Urbe coqueta y colorida, La Laguna es otra de las paradas imprescindibles en un recorrido por el norte de la isla. Es Patrimonio de la Humanidad por ser referencia de arquitectura colonial y servir como modelo para la ideación de ciudades al otro lado del charco, como La Habana o Lima.
Ideal para dejarse llevar por sus calles empedradas; perderse por las plazas de Los Remedios y Plaza de la Constitución; y tomarse algo en sus animadas terrazas, disfrutando del buen tiempo que siempre suele hacer en el paraíso canario.
Puerto de la Cruz: la ciudad con ambiente
Volvemos de nuevo al mar, a los paseos donde viajeros y locales llenan de ambiente otra de las ciudades de referencia del mundo turístico de Tenerife. Se trata de Puerto de la Cruz, dispuesta en torno al mar y con este como centro de actividad. Terrazas, tiendas y todo tipo de negocios cubren la zona, que se va hacia el interior en torno a la Plaza de la Iglesia.
En pleno paseo marítimo se encuentra el complejo Lago Martiánez, diseñado por César Manrique y que consta de cinco piscinas naturales. Una opción si se busca relax y un poco de exclusividad en la zona. No era nuestro caso, que no estuvimos demasiado tiempo en Puerto de la Cruz, pues tan solo buscábamos hacernos una idea de cómo era el lugar.