Al ver la foto del presunto asesino de Noruega, ataviado con mandil y collar masónicos, mi primera reacción fue pensar que se trataba de una impostura: ¿cómo es posible que alguien, siguiendo el método masónico –que te imbuye de Fraternidad y te mueve a perfeccionarte y ser mejor persona-, pueda haber cometido tal atrocidad?
Poco a poco, investigando y leyendo los hallazgos de algunos Hermanos, como Jiri Pragman en su Blog Maçonnique; cuando la presunción de impostura va cediendo ante la evidencia de que el elemento en cuestión sí figura en el cuadro de una logia noruega, la pregunta que surge es otra: ¿cómo es posible que ese individuo, siguiendo nuestro riguroso proceso de admisión, haya logrado, finalmente, ser recibido francmasón?
Quiero creer que, con seguridad, engañó a sus entrevistadores, haciéndose pasar por el candidato perfecto, en un despliegue de encanto dramático que haría sucumbir toda prevención y sagacidad. Lo cierto es que se inició y consta, al menos, como Aprendiz en un cuadro logial.
Esta desgraciada coyuntura será, a buen seguro, aprovechada por la caverna mediática –de aquí y de allá- para arremeter contra la honorabilidad de la Orden Francmasónica, con los argumentos baratos de siempre, es decir, sin argumentos: aquí se estarán ya mordiendo la lengua los de toda la vida, para no recurrir al consabido “contubernio”, que no pega ni con cola. La preocupación, ante este suceso, de los Hermanos y Hermanas es comprensible: ven cernirse sobre todos nosotros el desaforado ataque cavernario, con su venenosa fobia hacia las libertades y la libertad. Pero el asesino está próximo a la caverna –es de los suyos-, no a la Masonería.
¿Qué hemos de hacer? Ser masones. Continuar en la obra de la mejora personal y social, de perfeccionamiento material y moral, intelectual y social de nosotros y de toda la humanidad.
Agresiones sufriremos siempre. Pero, ojo: no sólo desde fuera, sino también desde dentro de nuestras filas. Estos últimos son los peores: malos masones que no son sino espíritus profanos disfrazados con honorables mandiles. Para prevenirlos, en la medida de lo posible, hay que ser fieles con las medidas de selección: no se trata de juzgar, sino de filtrar elementos nocivos, tanto para la Masonería como –lo acabamos de ver- para toda la Humanidad.
La Masonería “tiene por principios la tolerancia mutua, el respeto a los otros y a uno mismo, la libertad absoluta de conciencia”. Por muy oficialmente masón que sea el presunto asesino de Noruega, no ha entendido nada. No es masón.