Un grupo de personas sale corriendo de uno de los edificios que forman el que fuera centro neurálgico del gobierno noruego, el denominado Regjeringskvartalet. Se trata de uno de los más afectados por la bomba que colocó Anders Behring Breivik en 2011, y que fue el comienzo de una pesadilla trágica que conmocionó a toda Noruega. Algunas de las escenas de desolación y pánico, captadas en su momento por testigos presenciales, son ahora reproducidas en el rodaje de 22 Juli (NRK, 2018), la primera serie de televisión que se centra en los atentados perpetrados aquel día.
Rodaje de la serie 22 de julio (NRK, 2018)
NRK, la cadena de televisión pública noruega, venía anunciando durante varios días que se iban a recrear escenas del atentado en el lugar donde estalló la bomba, para evitar que los vecinos creyeran estar viviendo de nuevo un ataque terrorista real. La participación de más de un centenar de extras en el rodaje de esta serie que es una de las apuestas más ambiciosas de NRK para el otoño de 2019, también ha hecho rememorar en buena parte de ellos los recuerdos de aquel 22 de julio de 2011. Una de las extras participantes, Samira, que en aquellos momentos no se encontraba en Oslo, nos comenta que sus hijas estuvieron a punto de ir a Utøya, al campamento de las juventudes laboristas en el que Breivik desembarcó asesinando a sesenta y nueve personas durante una hora de terror. Para otros extras que forman parte del centenar que ruedan las escenas de desolación, ésta es una oportunidad de recordar la tragedia, aunque a veces eso supone tener que aflorar emociones que, siete años después, aún no están cerradas. Durante el rodaje se ven algunas lágrimas entre los extras, mientras recrean esos momentos de confusión tras el estallido de la bomba; escenas que, entre la humareda y los destrozos provocados por la deflagración, parecen propias de una película de horror. El director, Pål Sletaune, responsable también de algunos capítulos de la exitosa serie Okkupert (TV2 Norge, 2015-), es minucioso a la hora de componer el encuadre, inspirado por aquellos primeros videos que mostraban las consecuencias de la tragedia.Noruega parece haber vivido algunos años de letargo después de la tragedia. Quizás porque enfrentarse a un acto terrorista como éste, resulta especialmente duro para un país que, en general, se vanagloria de vivir con tranquilidad. El distrito gubernamental, de hecho, aún permanece tal como quedó tras las bomba, casi como una especie de monumento inerte a la tragedia. En una de las paradas de autobús cercana al edificio bajo el que Breivik aparcó la furgoneta-bomba, se pueden ver fragmentos de periódicos con las noticias del 22 de julio de 2011 y solo una pared de cristal recuerda los nombres de las 77 víctimas mortales de los dos atentados. Se ha debatido mucho sobre el futuro de este distrito gubernamental, y de hecho se ha realizado un concurso de propuestas arquitectónicas para sustituir a los edificios actuales. Para muchos noruegos sería, además, una oportunidad de eliminar esas moles de hormigón que conforman la zona, arquitectura de influencia soviética que forma un conjunto no especialmente atractivo. Una de las principales dificultades está en extraer los cinco grandes murales que se encuentran en los bloques H e Y, los primeros que el artista malagueño Pablo Picasso realizó en hormigón.Los aledaños del distrito gubernamental también son parte del rodaje. Como la céntrica calle Møllergata, la misma en la que se encuentra el bar Justisen, en el que Harry Hole, protagonista de los best-sellers escritos por Jo Nesbø, a veces ahoga en alcohol su depresiva existencia. La calle, cortada al tráfico para el rodaje, se convierte de nuevo en un escenario de guerra, con cristales y escombros provocados por la onda expansiva. Emily, una de las extras de este día de rodaje, estudia cine en Londres, y ha aprovechado sus vacaciones para participar en la serie. Ella no vivió directamente las consecuencias del atentado, pero sí recuerda el impacto que provocó en un país, sede del Premio Nobel de la Paz, que parecía vacunado contra la violencia terrorista. Y que el autor de la doble masacre fuera noruego es lo que provocó la mayor sensación de impotencia y perplejidad.
Rodaje de la serie 22 de julio (NRK, 2018)
En este sentido, Noruega ha tenido que vivir en los últimos años con la sombra del autor de los atentados, Anders Behring Breivik, un extremista de derecha que pretendía cambiar el curso de la política de su país y de Europa. Primero, con el juicio en el que se le acabó condenando a 21 años de cárcel revisables, y después con la demanda que interpuso contra el gobierno noruego por trato inhumano, y que finalmente ganó en los tribunales europeos en 2017, pero que ha sido apelada por las autoridades. Quizás por eso su figura no está presente de forma específica en esta serie, donde los protagonistas son diferentes víctimas colaterales a las que los atentados afecta de diversa forma. Pero no hay un retrato personal del asesino, cuyo nombre ni siquiera quieren pronunciar muchos noruegos.Su figura también resulta casi fantasmal, solo vislumbrada en forma de sombra amenazadora, en la película Utøya. 22 J (Erik Poppe, 2018), que se estrenó en marzo en Noruega. El director de Hawaii, Oslo (Erik Poppe, 2004) y La decisión del rey (Erik Poppe, 2016) se centra sobre todo en los asesinatos cometidos en la isla de Utøya, a través de un ejercicio técnico admirable que presenta en un solo plano secuencia esos 72 minutos de terror que vivieron los más de 500 jóvenes que asistieron al campamento del partido Laborista. En este sentido, la película apela directamente a la víscera emocional, y la intención del director se centra en vincular al espectador con la experiencia que vivieron los jóvenes. Se puede discutir si la película resulta éticamente cuestionable por su insistencia en la victimización, y sobre todo por su casi inexistente reflexión en torno a los acontecimientos, solo vislumbrada en esa velada crítica a la inoperancia de la policía noruega durante la hora que el asesino estuvo disparando en la isla de Utøya. Quizás se podría haber esperado de una producción noruega sobre la tragedia algo más de introspección en torno a la tragedia, aunque sin duda la película de Erik Poppe resulta tan visceral que a veces parece que estamos contemplando una película de terror.Utøya. 22 Juli (Erik Poppe, 2018)
A estos proyectos de producción noruega se une también este año la película 22 July (Paul Greengrass, 2018), presentada en el pasado Festival de Venecia con buena recepción crítica y considerada como una de las firmes candidatas a la próxima edición de los Oscar. Basada en el libro Uno de los nuestros (Åsne Seierstad, 2013), que disecciona la personalidad del terrorista Anders Breivik, la visión cinematográfica de Hollywood en torno a los atentados resulta más completa, ya que no solo abarca los hechos en sí, sino también el posterior juicio a Breivik y sus ramificaciones políticas. Tampoco ha sentado especialmente bien a muchos noruegos que Hollywood haya puesto su mirada en una tragedia que parece aún de difícil asimilación. Protagonizada por actores noruegos pero rodada en inglés, la película ha sido calificada como un "inteligente acercamiento" a las consecuencias de una tragedia evitable, y tiene en el trabajo de Anders Danielsen Lie, en la piel del autor de los atentados, uno de sus principales hallazgos. El actor ya protagonizó, precisamente en 2011, año del ataque terrorista, la película Oslo, 31 de agosto (Joachim Trier, 2011), una de las miradas más radicales en torno a la sociedad noruega, y posteriormente le hemos visto en series como Nobel (NRK, 2016-).A la espera de ver la serie producida por NRK para el próximo año, nos parece que la visión del británico Paul Greengrass en torno a la tragedia resulta más compleja que la incursión del noruego Erik Poppe. Y en este sentido, da la impresión de que el sentimiento personal de los noruegos hacia este brutal ataque les impide acercarse al mismo con la suficiente distancia como para abordarlo sin distorsiones emocionales. La propuesta de Poppe se ha visto también con cierta controversia ética por su empeño en acercarse a la tragedia desde un punto de vista visceral, pero de la misma manera el acercamiento de Paul Greengrass acaba siendo menos radical que otras películas suyas que han abordado hechos violentos, especialmente en el caso de Bloody Sunday (Paul Greengrass, 2002). Sin duda, 2018 parece el año en el que un país que no estaba acostumbrado a sufrir las consecuencias de los extremismos violentos, comienza a exorcizar los fantasmas del recuerdo para enfrentarse a él con cierta objetividad. Y aunque los resultados puedan ser dispares, al menos Noruega empieza a mirar a aquella tragedia algo más alejada del dolor y la frustración que provocó en su momento. Mientras, el terrorista Anders Breivik sigue cumpliendo en una cárcel de máxima seguridad. Occupied se puede ver en Movistar +22 de julio se estrena el 10 de octubre en NetflixUtoya. 22 de julio se estrena en España el 16 de noviembre