¡Qué agonía! ¡Cuánta impotencia! ¡Qué desesperanza!
Estábamos frente a nuestro hogar jugando con la perra, cuando aparecieron estos dos mozalbetes armados con pistolas. Anunciaron el asalto y fueron sobre mi esposo a quitarle las prendas (porque yo ando sin nada). Lo encañonaron y amenazaron con matar la perra si se les acercaba. Yo aguantaba a la perra mientras halaba los mantos de todos los santos en el Cielo. Y entonces, lo peor...
–¿Hay alguien más dentro de la casa?
–¡Los nenes, por favor...!
El Señor (el que está en el Cielo) me perdonó la vida, porque si entraban no sé que hubiera hecho. Lo pensaron dos segundos, se fueron corriendo y ahí acabó todo. Querella, policías, llamar a los vecinos, encerrarme en la casa, aguantar la rabia, asomarme por las ventanas, llorar a moco tendido, escribir... Un marasmo de sentimientos entrelazados, similares y contrarios.
En una ocasión dije que vivimos en un país en guerra, y que tenemos que estar dispuestos a pagar el precio. ¡Pero qué difícil es cuando se tiene hijos! Solo pensar que les pudieran hacer algo, me paralizó. No se puede ir a la guerra cargando los hijos en la mochila. En eso los soldados nos aventajan: pueden matar o morir solos, manteniendo a sus hijos seguros.
Si hubiera estado sola a lo mejor no me importaba y me cogía el tiro nada más lanzándole par de insultos y gritando como una loca, o utilizando alguna de las llaves que aprendí con Hiromi Tomita (The Master). Mi esposo también tiene un plan para cuando esté solo. ¡Como fuera, pero luchando!
Mientras tanto, esta noche me han salido cinco nuevas arrugas. Sé que no dormiré en varias semanas y que miraré a todos con sospecha. Buscaré casas para mudarnos. Y se me pasará. Haremos algún arreglo que nos de la ilusión de seguridad y en par de meses volveremos a sentarnos afuera, a jugar con la perra y a darnos unas cervezas. ¡Lo normal en el Macondo nuestro de cada día! Me niego a vivir con miedo.
A mis hijos los despido cada mañana con un beso y un gran abrazo porque no sabemos si nos volveremos a ver. Ese es el mundo que vivimos y estamos claros.
*Aunque escribí estas líneas inmediatamente que ocurrió el incidente, por razones obvias lo publico después en lo que se entera la familia, no sea que los vaya a matar yo de un susto.*
Una gota en un inmenso mar
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