Un día normal de hace más de dos años nos planteamos con total naturalidad algunas preguntas vitales ¿nos casamos? ¿tenemos un hijo? La respuesta fue otra pregunta ¿qué es más importante?
El resultado es que tengo una hija de 14 meses y 14 días han pasado desde que nos casamos formalmente, uniendo nuestros destinos ad aeternum.
La idea de boda que ambos teníamos en mente desde principio era algo sencillo, una simple fiesta con algunos invitados. Un pretexto para celebrar una fiesta con la familia que crece añadiendo buenas amistades a los parentescos.
Y así fue, un acto bellamente sencillo, gracias a que las cosas vinieron rodadas y tanto mi alma gemela como yo nos adaptamos al devenir de los acontecimientos. Quizás por esta forma de adaptarnos a las circunstancias, nuestra sencilla celebración terminó siendo una boda de película.
Y al estilo de película romántica Hollywoodiense, nos casamos en un lugar bellamente adornado, al borde del mar, con una puesta de sol intensa que dio paso a una magnifica noche iluminada por la luna llena, tan brillante como la ceremonia. Todo ello sucedió acompañados por familia y amigos, mecidos por las olas y una estupenda banda sonora, disfrutando de buenas viandas, un servicio excelente y baño final en la piscina. Eso si, tal cúmulo de aciertos fueron fruto de la casualidad, quiero decir con ello que no fue algo deliberadamente buscado, sino que las casualidades quisieron abrazarnos para arroparnos felizmente en nuestro enlace.
Y de este modo, casi por casualidad, unos meses antes visitamos el restaurante Puerto Niza, a la misma orilla del mar. Por casualidad tenían una fecha libre (sólo una), toda una suerte, ya que desde un primer momento nos encantó la situación. Y por añadidura, tanto Patricia Verdugo (la propietaria) como su madre hicieron gala de la experiencia en celebraciones de este tipo que acumulan, dándonos algunos estupendo consejos acerca de la ceremonia que se celebró en el propio restaurante.
Pocos días antes del enlace (tres, si no recuerdo mal) Quique DJ se encargó de ayudarnos a seleccionar con maestría la música (de acuerdo a nuestros gustos) que realzaría los momentos más importantes de la ceremonia, así como toda la banda sonora que nos acompañó desde que di el primer paso por la alfombra camino del altar, hasta que la barra libre y el baile sin pausa acabaron, de madrugada, con las energías de invitados y novios.
Tengo que agradecer de todo corazón al oficiante de nuestra boda, el concejal del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, José Alarcón Hidalgo, el cariño y el acierto con el que llevó la ceremonia. Sus sabias palabras captaron la atención de los asistentes y la lectura del poema de Lorca “Madrigal Enamorado” nos conmovió. No quedaron atrás mi suegro, mi cuñado Xavi y mi madre, que vencieron el pudor a hablar en público para brindarnos palabras de apoyo y cariño.
Además, nuestra amiga Ana, nos sorprendió con una de sus mesas dulces, dignas de cualquier evento de postín. Que desapareció a una velocidad directamente proporcional a lo bueno que estaba todo e inversamente proporcional a todo lo que le había costado hacerla.
Y así, por casualidad, se juntaron todos los ingredientes para obtener una boda estupenda. Sirvan estas lineas para agradecer a todos los que trabajaron y disfrutaron durante nuestra fiesta nupcial. A los que pudieron venir a acompañarnos en el enlace (algunos desde muy lejos, gracias ;-)) y a los que en la distancia nos enviaron su cariño y apoyo. Sin vosotros, este acto de amor tan especial no hubiera sido lo mismo. Gracias de todo corazón.
Y por supuesto, no puedo dejar de dar las gracias a mi esposa Rosa, por encontrarme y darme la vida, en su más amplio sentido.
Solo puedo añadir, como dije en el altar, que soy un tío con suerte, y … que la luna llena sea testigo, como testigo fue de nuestro primer beso.