Nos damos un homenaje

Me encanta la hora de la siesta los fines de semana. Durante la semana, como estoy prácticamente sola todo el día con mi pequeña foquita mientras mi bebé gigante está en el cole, cuando llega la hora de la siesta, esa hora y media dos horas que duerme, las necesito para mí. Pero no para hacerme pedicuras ni nada de eso, ya quisiera yo. Ese tiempo lo dedico a recoger, recoger, limpiar, recoger, para que cuando volvamos del colegio esté todo limpito para volver a sacarlo todo todo todo. Me da mucha penita tenerla que dejar en la cunita porque se duerme super agustito en mis brazos, pero si no tengo ese tiempo “libre” la casa se derrumba.
Pero los días de fiesta, como tengo compañía, me quedo con mi pequeña en el sofá. Ella me dice, aquí, mamá y me abraza con fuerza. Allí se queda, espachurrada en mi regazo, roncando y sudando como un pollito. Pero la mar de feliz. Poco a poco me voy estirando con ella a mi lado en el sofá y pasamos uno de los ratos más bonitos de la semana. Mientras, claro está, mi bebé gigante se va con su papá a hacer cosas de tíos.