Aún me queda, de tu nutridísimo comentario, el incitante y novelesco capítulo del holograma de una persona del que dicen que se escapó andando del laboratorio. No creo que el susto que se llevara el titular de la imagen al encontrarse con su doble, versión holograma, fuera menor que el que le produciría al doctor Jekyll encontrarse con Mr. Hyde de noche en un callejón oscuro. Ya que hemos metido a Jung en el debate, te diré, bajo su tutela, que lo que sí estoy dispuesto a aceptar es que la mente pueda crear fantasmas… ¡incluso sólidos! Si no fuera a perder todo el crédito que hubiera ido acumulando dando el pego como filósofo, hablaría de los tulpas, unos enigmáticos seres (¡algo así como unos robots!) que, según los monjes tibetanos, crea la mente, y es lo que cuenta que comprobó en la práctica un singular personaje, Alexandra David-Néel (1868-1969), que no debía estar tan trastornada cuando mereció ser galardonada con una medalla de oro por la Sociedad de Geografía de París y nombrada Caballero de la Legión de Honor de Francia. Que un hombre cree un robot o algo así, incluso con ectoplasma mental, estoy dispuesto a creerlo, pero que un robot cree un hombre (o su doble)… ya me cuesta más. En fin, que si siguiéramos por la vía que nos señalan estos enigmas, acabaríamos haciendo de esto una página dedicado a los fenómenos paranormales, y yo ya he cogido apego a lo que va siendo esta.
[1] Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p. 190[2] Ortega y Gasset: “Bronca en la física”, O. C. Tº 5, p. 278.
