Una vez más, este burgomaestre se ve en la triste obligación de despedir a una gran figura de la escena española. Mary Carrillo (María Carrillo Moreno, Toledo, 14 de octubre de 1919, Madrid, 31 de julio de 2009) fue una de las más grandes actrices del panorama hispano y prueba de ello son los dos Premios Nacionales de Teatro que atesoraba (el de 1949 y el de 1961), la medalla del Círculo de Bellas Artes obtenida también en dos ocasiones (en 1948 y en 1982), el premio Ondas de 1969 ganado como mejor actriz de televisión, el Goya a la mejor actriz de reparto de 1995 por su papel en “Más allá del jardín” y también el premio de la Unión de Actores concedido igualmente en 1995 en reconocimiento a su trayectoria profesional. A tan brillante palmarés, cosechado en todas las modalidades de su arte que practicó, queda unido el aplauso general del público, que la admiró siempre, respetándola como a la luminosa estrella que era, en la que nada era oropel sino oro de ley.
Con quince años, Mary Carrillo se subió por primera vez a un escenario, actuando como tiple cómica en la zarzuela “Pelusa o el Regalo de Reyes”,del maestro Guerrero, en el Teatro Rojas de Toledo, pasando algún tiempo después a hacer el meritoriaje en la compañía de Hortensia Gelabert, de la que salió para ingresar sucesivamente en las de Pepita Díaz y María Guerrero. El estallido de la Guerra Civil la lleva a viajar a México con parte de la compañía de Pepita Díaz y de su marido, Manuel Collado, y con Alejandro Casona (como ya comentamos, por cierto, en la entrada que dedicamos en este weblog a Manuel Díaz González). Es en el país azteca donde se casará con el hombre de su vida, el actor Diego Hurtado, y donde debuta en el cine, medio en el que cosechará, al volver a España, un primer éxito sonado, premiado en el Festival de Venecia, como protagonista de “Marianela”, de Benito Perojo. Contaba entonces Mary Carrillo veinte años nada más, había tocado la cima de su profesión y tenía por delante un brillante porvenir. En el teatro se ganaría la admiración de personajes tan ilustres como Jacinto Benavente y la devoción de su director predilecto, José Tamayo, que la dirigiría en algunos grandes sucesos personales, como el de “La alondra”, de Jean Anouihl, que estrenaría el 14 de octubre de 1953 en el Teatro Español. Vendría después, tras un paréntesis de alejamiento del cine, su magnífico e inolvidable papel en “El pisito”, de Marco Ferreri (1958). En su devenir profesional, Mary Carrillo alternará en lo sucesivo el cine, el teatro y la televisión, con títulos, en el primer medio, como “Nueve cartas a Berta” (Basilio Martín Patino, 1965), “El love feroz” (José Luis García Sánchez, 1973), “Las truchas” (también de José Luis García Sánchez, estrenada en 1977), “El crimen de Cuenca” y “Gary Cooper, que estás en los cielos” (ambas de Pilar Miró, estrenadas en 1979 y 1980, respectivamente), “Entre tinieblas” (Pedro Almodóvar, 1983), o “La colmena” y “Los Santos Inocentes” (ambas de Mario Camus, 1982 y 1984). En el tablado, Mary Carrillo representó éxitos teatrales tales como “Buenas noches, madre”, que hizo junto a Concha Velasco, “¿Por qué corres, Ulises?”, al lado de Alberto Closas, “¿Quién teme a Virginia Wolf?”, de Edward Albee, la versión de “El Arcipreste de Hita” que dirigió Adolfo Marsillach y que la reunió en escena con José María Rodero y Nuria Torray, y un largo etcétera de títulos en el que se incluyen “La casa de los siete balcones”, de Alejandro Casona, “Los derechos del hombre”, de Alfonso Paso, “Al amor hay que mandarle al colegio”, de Jacinto Benavente, “La historia de los Tarantos”, de Alfredo Mañas, “Proceso a cuatro monjas”, de Cajoli o “La vieja señorita del paraíso”, de Antonio Gala. En el mitificado espacio televisivo “Estudio Uno” actuó en obras que ya había representado en la escena, como la citada “La casa de los siete balcones” o “La muerte da un paso atrás” de Horacio Ruiz de la Fuente, además de “La santa Virreina” de Pemán, y “12 monólogos” de Aldo Nicolai, siempre dirigida por Gustavo Pérez Puig.
Madre de cuatro hijas, Paloma, Alicia (ya fallecida), las mellizas Teresa y Fernanda, y esposa inseparable del padre de ellas, el actor Diego Hurtado (fallecido el 8 de septiembre del pasado año), Mary Carrillo fue ante todo una actriz de teatro, de categoría excelsa, que se avino a poner a disposición del cine y la televisión su capacidad artística cuando le fue requerido y sus compromisos teatrales se lo permitieron. Su elevada posición en la estima de la crítica y del público no la endiosaron en ningún momento. Poseedora de una gran sensatez, en su libro de memorias, “Sobre la vida y el escenario. Memorias” (Ed. Martínez Roca, 2001) dejaba testimonio de su categoría humana:
“Empecé mi carrera humildemente, como se debe empezar, por el principio. Durante bastantes años, gané poco y trabajé mucho. Pero aquello ya está olvidado. Llegué pronto a “dama joven” –como se decía entonces- y me hice notar. Luché mucho, pero siempre me ha importado más la calidad de las obras que el beneficio económico. “Me siento cansada de tanto esfuerzo, pero me queda la enorme satisfacción de haber estrenado a los autores más importantes de mi época. Siempre aspiré a la perfección en mi labor. Soy muy minuciosa en mi trabajo y seguí una línea de conducta. Fui una actriz intuitiva y me dio muy buenos resultados. Una vez aprendí el oficio de mi arte –todo arte requiere una artesanía que después de un tiempo se convierte en oficio-, lo que intenté fue no inspirarme nunca en los grandes actores o actrices con quienes trabajé. No me servían de modelos. Ellos tenían su forma personal de hacer y yo creía que no era decente copiarla. Me inspiré siempre, para interpretar los papeles que me tocaron en suerte, en la realidad. En la calle estaban mis modelos, allí es donde está el mundo, no en el escenario o en las bibliotecas. He dado a unos personajes la sinceridad que tenían y a otros sus extravagancias. El teatro es sinceridad, sólo así se puede llegar a convencer. Como decía mi personaje en “Nieve en mayo” de Benavente: “Si algo bueno puede darnos la vida, es porque lo mejor de nuestra vida hemos dado. Que renunciar es poseer.”
Sirvan estas líneas precedentes de testamento de la enorme actriz que se nos ha ido, Mary Carrillo. Nuestras condolencias para su familia y allegados.