Este es un post que va a hablar de amish pero en realidad trata de hacer una valoración sobre las últimas elecciones en España. ¿Arriesgado? Sí ¿Estrambótico? Quizás ¿Fallido? Es más que probable. Pero solo sabremos que SíSePuede mezclar ambos conceptos si lo probamos, así que no lo juzguen hasta que termine. Cosas más difíciles se han logrado, que se lo digan a Carmena y Colau.
Esta cosa va a ir de Ordnung y Rumspringa, si tienes curiosidad puedes seguir leyendo.
Todo el mundo sabe quienes son los amish. Si no han visto en Único Testigo (Peter Weir, 1985) a Harrison Ford y Kelly McGillis en el granero han visto alguna otra película o serie donde aparecen. Para los despistados y resumiendo: los amish -o menonitas- son una comunidad cristiana anabaptista que vive principalmente en Estados Unidos y Canadá en una veintena de asentamientos independientes. Dichas comunidades son descendientes de suizos y alemanes que llegaron a América en los siglos XVII y XVIII y se quedaron.
Se quedaron en América y en el siglo XVIII: usan la misma vestimenta, trabajan el campo y rechazan casi todos los avances tecnológicos. Pacifistas al extremo, su estricto código de comportamiento, el Ordnung, consiste en una vida sencilla, en comunidad, separados del mundo y sus tentaciones, que incluyen la televisión, la música no religiosa o la medicina de “los ingleses”, como llaman ellos al resto de norteamericanos. El no cumplimiento de las estrictas reglas del Ordnung supone la expulsión, la excomunión y, por tanto, tener como destino último el infierno, como todos los que estamos fuera.
Pero hay un momento en el que se van de Rumspringa.
Rumspringa significa, literalmente “corriendo alrededor” en alemán de Pensilvania, la lengua heredada de sus ancestros. Aunque en cada comunidad puede ser un poco diferente, el Rumspringa es un periodo, entre los 16 y los 18 años, en el que a los adolescentes se les permite ir a probar el mundo de los ingleses. Como decía, los amish son anabaptistas, esto es, no bautizan a los niños sino a los adultos. Así que en ese tránsito de la adolescencia a la edad adulta a los jóvenes de la comunidad se les da la oportunidad de discernir, antes de ser bautizados, qué quieren hacer con su vida. Durante ese tiempo los jóvenes no forman parte de la iglesia y por tanto no están sujetos al Ordnung. El mito dice que los padres les alientan a dejar la comunidad, a ponerse la misma ropa que los ingleses y a experimentar con el sexo, el tabaco, el alcohol y otras drogas como si no hubiera un mañana o como San Agustin antes de hartarse y decidir que eso no era bueno para el resto de la cristiandad.Puede que algunos se peguen un rumspringa por todo lo alto, a lo english way en Salou o Mallorca, pero la realidad es que la mayoría trata de vivir una especie de erasmus con menos juergas, un periodo en el que convivir con otros jóvenes de culturas diferentes y socializar. Probar de primera mano lo que solo conocen de oídas y, por qué no, tomarse una cerveza con la inglesa más bonita que han visto en su vida. Lo mismo vale para ellas, por cierto.
Pasadas esas vacaciones ellos y ellas decidirán si quieren quedarse en el nuevo mundo o se dan cuenta de que la ciudad no es para ellos y prefieren volver, bautizarse y vivir tranquilamente en su granja, acatando escrupulosamente las normas.
Nuestro rumspringa
Todo este rollo amish va de que ¿y si estas últimas elecciones -y las siguientes, puestos a fantasear- nos dieran oportunidad de vivir nuestro propio rumspringa? Si los guardianes de una comunidad tan cerrada y conservadora permite a sus jóvenes conocer otra manera de vivir y poder comparar ¿por qué no nuestros guardianes políticos y económicos (valga la redundancia), empeñados en que no salgamos ni un milímetro de nuestro Ordnung? Ya saben, la única política económica posible, sensata y blablablá; lo demás es caos, apocalipsis y os vais a quedar calvos, todo junto y a la vez.
La simple propuesta de probar formas alternativas de organizarnos como sociedad ha hecho saltar de sus sillones a los voceros de los grupos de poder nacionales. Están muy preocupados por lo que ellos llaman inestabilidad. Nunca les preocupó públicamente la corrupción, los contratos que se ganan saltándose las reglas, la burbuja financiera, la creciente desigualdad que realmente es la que genera inestabilidad en todo el mundo. Ni una queja (ya no pido autocrítica) ante la alarmante pobreza infantil. Prietas las filas y no salgáis de la granja, que los ingleses os van a quitar esa casa de la playa que en realidad es de tu banco.
Y si una futura alcaldesa visita a unos trabajadores en protesta, en lugar de ir a tomar un te con pastas con el presidente de la compañía, subvierte el orden natural del universo y genera unos cuantos catacrocs en cabezas selladas a cualquier idea que no haya pasado el filtro de la autoridad competente.
Los amish, con su ropa antigua y su visión del mundo encerrada en un solo libro escrito hace más de mil años parecen más abiertos que el Ibex 35. O, como mínimo, no tienen tanto miedo. Los patriarcas barbudos saben que la cosa tiene trampa y que (como los del Ibex, por cierto) juegan con mucha ventaja: tras años de adoctrinamiento en la comunidad sueltan a sus chicos en un mundo que no es fácil para nadie; si eligen quedarse fuera rompen los lazos con su familia y la comunidad, están solos. El 85% de los jóvenes vuelve y se bautiza como dios manda. No es un mal porcentaje para apostar ¿no les parece?Pero nuestros intrépidos hombres de negocios del Ibex tienen mucho miedo a ese 15% que ya se conoce de memoria lo que va a ser su futuro en la granja y tras hacerse un rumspringa mira hacia arriba, comprueba que el cielo no cae sobre su cabeza y decide probar a dónde le puede llevar la sonrisa de aquella inglesa del bar.