Revista Cultura y Ocio

¡Nos invaden los extraterrestres!

Por Cayetano
¡Nos invaden los extraterrestres!

Una extraña nave, tripulada por unos hombrecillos de color verde y cabeza gorda, se dirige hacia nuestro planeta. Objetivo: conquistarlo, colonizarlo y extraer sus riquezas.
Habían programado también llevarse algunos símbolos culturales de la Tierra, como Bad Bunny o Sergio Ramos, y también unos cuantos bufones para entretenimiento durante el viaje de regreso, como Puigdemont, Milei, Trump y Elon Musk, ya que consideraban sus declaraciones mediáticas como rutinas humorísticas de alto nivel.

Pero ahora lo prioritario era el abastecimiento energético. La Tierra ofrecía interesantes recursos, entre otros: las cagarrutas de cabra, esenciales para su industria aeroespacial dado su alto contenido en Giliberto12, una sustancia de gran poder energético y olor a calcetín hervido.
Los alienígenas aterrizaron en un descampado de Albacete y bajaron de sus platillos, verdes, brillantes y con un claro aire de superioridad moral.

Buscando establecer vías pacíficas de colonización, intentaron identificar al líder supremo de la Tierra. Confundieron a un burro con el presidente planetario, tras analizar que el tamaño de las orejas era señal de autoridad. El burro rebuznó con intensidad. Ellos lo interpretaron como un discurso diplomático, lo aplaudieron de pie y le ofrecieron un tratado de paz, cuatrocientas toneladas de heno y el control total del sistema solar. El burro defecó. Lo tomaron como firma oficial del acuerdo.

Luego se toparon con el tío Eulogio, un pastor con la dentadura recauchutada por los años y la dieta basada en morcilla, chorizo y panceta de matanza casera.
Los extraterrestres se frotaron las manos ( cinco cada uno) cuando vieron la enorme piara de cabras que pacía plácidamente en aquel prado y que, sin duda, era propiedad del lugareño aquel que les miraba fijamente con más desconfianza que curiosidad.
Intentaron comunicarse con él a través de su idioma nativo: flatulencias codificadas. Cada pedo tenía un matiz: saludo, amenaza, proposición indecente, o receta de plato típico intergaláctico. El problema vino cuando uno de los marcianos soltó un pedo diplomático tan potente que desintegró el reloj del ayuntamiento, tres buzones y la boina del tío Eulogio.
—¡Ahí va, la hostia! ¡Eso es un pedo, y no los que se casca mi suegra!
Tras los saludos de cortesía por ambas partes, los diminutos seres verdes, sin permiso del terrícola, procedieron a instalar sus extractores anales automáticos de cagarrutas en las cabras locales.

¡Eh, cara de sapo! ¡A la Belinda ni me la toques, que te endiño una leche que te pongo las antenas en el cogote !
Entonces, ocurrió lo imposible: una cabra se tiró un pedo tan tremendo que invirtió el campo magnético de la Tierra. La nave fue absorbida por su propio trasero propulsor y se plegó sobre sí misma como un sofá-cama mal cerrado. Los alienígenas desaparecieron en una nube con aroma a coliflor hervida.
La Humanidad pudo respirar tranquila. Se había librado de una gran amenaza exterior. Cuando se corrió la voz de este hecho inaudito, las cabras fueron declaradas patrimonio nacional y se erigió una estatua de Belinda en bronce macizo en medio de una rotonda, donde aún hoy muchos juran que, de vez en cuando, se oye una flatulencia al pasar.



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