Cada cuatro años, pueblan nuestras calles de carteles anunciándose a bombo y platillo. Al igual que los toreros, sólo vemos el nombre del líder, pero detrás de ellos siempre va una cuadrilla bastante grande a la que también hay que pagar. Cuando están en campaña, recorren todo el largo y ancho de nuestro país, haciendo el paseíllo y luciendo sus trajes de luces (las sombras ya vendrán solas). Una vez que ya tienen encandilado al personal, comienza el toreo. Primero empiezan con el mareo, ahora me tiro un poquito por la derecha, ahora otro poquito por la izquierda. A veces se confían demasiado, y se les cae el capote al suelo, es entonces cuando tiene que acudir alguno de su cuadrilla al rescate. Si no, siempre les queda la opción de salir corriendo y ponerse detrás de la barrera, las cornadas que se las lleven otros. Durante toda la corrida, siempre tienen la espada bien escondida, pero sabes que tarde o temprano te la van a terminar clavando.
Cuando han terminado de hacernos la faena, les encanta que los saquen a hombros entre aplausos y vítores. Como eso no siempre es posible, ya se encargan ellos de convocar mitines o congresos de partido donde siempre tienen al público entregado. Esto siempre lo hacen, a pesar de que sean ellos los que merezcan un buen tirón de orejas. Por todo esto, me vais a permitir que me sorprenda un poco por la decisión que han tomado. Con lo que les gusta torearnos...