Las teorías son muy bonitas. Las propuestas de aquellos que no viven los problemas de primera mano son fáciles de redactar. Todo queda perfecto y políticamente correcto en las leyes y protocolos pero la realidad es otra muy distinta.
Una de las cosas que más me agobiaba cuando empecé a trabajar después de dos maravillosos años de estar con mis niños fue, qué haría con ellos el día que se pusieran malitos. Las guarderías están muy bien pero precisamente cuando los niños no se encuentran bien o tienen algún virus contagioso pues, lógica y evidentemente piden educadamente que no los lleves.
Pues eso me ha pasado a mí esta mañana. Mi Bebé Gigante tenía una gastroenteritis de caballo y la carita más blanca que la cera. Al momento, colapso. ¿Qué haces? La vida está montada de tal manera que es complicado romper las rutinas. Un pequeño pero fastidioso virus, descuajeringa la paz de la mal llamada conciliación laboral.
La solución ha sido recurrir al abuelito. Con una bolsa cargada de ropa interior, pantalones de recambio, puzzles y cuentos, hemos subido a la calle de arriba para que se hiciera cargo de él su querido avi. Su papel, impagable. Paciencia, paciencia y más paciencia unida a una disponibilidad que no siempre, por razones personales, puede ofrecernos aunque quisiera.
Esta vez hemos superado la prueba pero gracias a que una tercera persona, con su inestimable ayuda, nos ha hechado un valiosísimo cable.
La conciliación laboral no será una verdadera realidad hasta que no podamos hacernos cargo de nuestros hijos con total libertad cuando ellos nos requieran por cuestiones de salud. Y otras muchas razones que seguramente ya os iré explicando en el futuro.
Muchas madres y padres ya se han unido al movimiento Conciliación Real Ya en Facebook y Twitter. para conseguir que la conciliación no se quede en bonitas frases escritas en papeles que no sirven para nada.