Esas palabras le hicieron acelerar el corazón, iban acompañadas de una risa pícara y un suspiro sonoro. No pensaba que él llamaría tan rápido o mejor dicho no pensaba que llamaría. Pero intento calmarse y respondió aparentando estar tranquila…
– No sé si pueda. Es que esta noche tengo algo pendiente – cerró los ojos haciendo una mueca. No sabía de donde le había salido eso, pero fue lo primero que se le ocurrió. ¡Otra vez! los nervios la traicionaban.
Karen al escucharla le lanzó un cojín susurrandole: ¡¡mentirosaaaaa!!. Hanna se llevó un dedo a los labios indicandole que se callara.
– Entiendo. Y más si es como eso tan importante que tenias que hacer esta mañana. Antes de tomarnos el café.
– Por favor, puedes ser más explicito – ¡claro que entendió perfectamente! le estaba diciendo mentirosa. Era la verdad pero, por un lado quería decirle que, sí aceptaba su invitación pero por el otro se acordaba de lo nerviosa que él la ponía con su manera de mirarla. Que obviamente le gustaba “claro esta”, pero eso no dejaba de inquietarla.
– Estoy seguro que estas mintiendo, otra vez.
– ¡¡Ah si!! y ¿Por qué estas tan seguro? – Karen intento quitarle el teléfono pero no pudo.
– Porque tus ojos me lo dicen.
– Pero no me estas viendo.
– Hanna sé que quieres verme, tanto como yo a ti. Acepta ¿si?
No sabía que contestar y tampoco podía pensar con Karen haciendo muecas y susurrandole cosas: ¡no seas tonta!, ¡di que si! o le digo yo.
Dudo, lo dudo por un momento, y lo siguió dudando hasta que por fin acepto.
– Esta bien, acepto – se mordio el labio inferior – ojala no me arrepienta.
– Eso tenlo por seguro. Dame tu dirección para pasar por ti a las siete.
– Mejor dame la dirección del lugar a donde vamos.
Se escuchó una risa al otro lado del teléfono.
– ¿Que es tan gracioso? preguntó Hanna muy seria. No entendía por qué se reía.
– Prefiero pasar buscandote. No voy arriesgarme a que me dejes plantado.
– Esta bien, te la enviaré por mensaje.
– Nos vemos a las siete.
Termino de alizar su cabello y miró el reloj, eran las seis y cuarenta y cinco de la tarde. Ya faltaba poco para que viniera Rodrigo.
¿Y si me pongo el rojo?, se preguntó así misma, mirandose en el espejo de cuerpo entero. No, mejor me dejo este y ya.
Se había decidido por un vestido corto de manga larga de encaje negro y cuello redondo.
Escuchó un ring ring. Era su tono de llamada, contestó y sin poder decir nada. Rodrigo le dijo:
– Baja, ya estoy aquí esperandote. Y si en cinco minutos no has bajado quiero que sepas que, subiré a buscarte y no me importa tocar cada puerta.
Oír eso le dio mucha risa pero también le hizo dar cuenta que, él quería verla con las mismas ganas que ella a él. Estaba ansiosa y nerviosa. Respiró y decidió que, esta noche era para pasarla bien.