Desde que irrumpió en 2015 con esa sacrílega carta de amor al folk horror con La bruja, Robert Eggers se ha convertido casi en tiempo récord en un autor que ha sentado cátedra en el horror y que ha contribuido (involuntariamente) a dar forma a eso que los gafapastas llaman “terror elevado”. En menos de 10 años y con tan solo cuatro películas ha logrado un estatus muy difícil de alcanzar y lo mejor de todo es que lo ha hecho sin dejar de ser fiel a sí mismo y sin caer en las concesiones habituales de Hollywood para con la taquilla. Su cine es igual, o incluso mejor que cuando debutó, y cargarse la arriesgada tarea de realizar el tercer remake de un título tan relevante en la Historia del cine como es Nosferatu para su cuarta película como director, es algo a lo que solo se atreven los valientes.
En 1922 el maestro F.W. Murnau adaptó libremente la novela de Bram Stoker Drácula, pero sin lograr los derechos del propio personaje, razón por la que lo rebautizó como Nosferatu, una palabra rumana que supuestamente significa vampiro. Bajo el nombre del Conde Orlok, Nosferatu sirvió como revisitación del clásico Conde Drácula elevado al culmen del exquisito expresionismo alemán convirtiéndose en pieza clave del movimiento y como obra maestra atemporal que a menudo se usa para representar el origen del cine y del género del terror. Hicieron falta bastantes años para que otro camarada, el bueno de Werner Herzog volviese a llevar a la criatura al cine. Lo hizo en 1979 y respetando toda la esencia del clásico original con los imborrables rostros de Klaus Kinski como el vampiro y a la arrebatadora Isabelle Adjani como la doliente Lucy. Del mismo modo, Robert Eggers asume el relevo creando una exquisita obra de terror gótico fantasmagórico que transita en medio de las dos adaptaciones anteriores, realizando un quirúrgico ejercicio asombrosamente fiel al expresionismo alemán de factura impecable y arrebatadoramente bella.
Eggers preserva la esencia del clásico y parece cauto a la hora de abordar innovaciones con respecto al material original, pero no por eso deja de conseguir hacer suyo un trabajo que exhuma todas las referencias representativas de su cine, mientras que preserva de forma meticulosa el aura de un personaje y un movimiento míticos. A pesar de que el trabajo de Francis Ford Coppola en Drácula (la versión oficial del libro de Bram Stoker) es insuperable a todos los niveles, Eggers logra que ambas versiones puedan coexistir en el mismo universo sin necesidad de que una sea comparada con la otra. Hay reminiscencias no reveladas de la obra de Coppola en la nueva adaptación de Robert Eggers, pero es cierto que el film se preocupa mucho en dejar constancia de un estilo e identidad propia que la salvan de cualquier comparación. Nosferatu abraza el horror de una forma más desesperada y sobrecogedora, haciendo que la atmósfera sea incluso más protagonista que la propia criatura. Una criatura que tarda mucho tiempo en dejarse ver y que responde a una estética muy sorprendente e inusual para lo que podíamos esperar de un relato de romance gótico tan apasionado.
Los encuadres, la exquisita dirección de fotografía y la acertada capacidad para alternar el color con el blanco y negro son algunos de los aspectos técnicos en los que la película de Eggers resulta extraordinaria. Un ejercicio perfecto de ejecución que emociona y apabulla artísticamente y que se apoya muy bien en su protagonista, una Lily-Rose Depp magnética como víctima-amada del maligno incubo encarnado en un irreconocible Bill Skarsgärd, desaparecido totalmente bajo la piel de Nosferatu. La nueva película de Robert Eggers consolida su título de maestro del terror contemporáneo y demuestra su inagotable capacidad para afrontar retos arduos y salir airoso de ellos. Nosferatu es bellísima y respira a clásico por cada uno de los poros de su piel, pero se encontrará con un muro complicado de derribar que es el de un público que podrá sentir que esta nueva y enigmática versión del vampiro más famoso de todos los tiempos, no aporta nada nuevo, aunque esto solo sea cierto a medias.
Nosferatu es una delicia reconfortante para los fans del terror más gótico y trágico y sabe cómo afrontar la caracterización de un personaje mil veces ya visto, y aún así sorprender y no dejar indiferente a nadie. La cuarta película de Eggers es posiblemente su película más perfecta y a la vez la menos “celebrable” de su impresionante y corta filmografía, pero esto es un riesgo asumible cuando afrontas un remake tan popular. Aún así y pese a la posible corrección y excesivo mimo que Eggers le ha puesto a esta adaptación, es imposible no dejarse arrastrar por ella gracias a todo lo comentado anteriormente y a una música y un diseño de producción que saben perfectamente que tipo de película quiere ser en todo momento. El tándem formado por Lily-Rose & Bill es realmente extraordinario y juntos protagonizan un plano final que es fácilmente el mejor plano del cine de este año. Pura poesía gótica salpicada de sangre y putrefacción
Título original: Nosferatu Director: Robert Eggers Guión: Robert Eggers Fotografía: Jarin Blaschke Música: Robin Carolan Reparto: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgard, Aaron Taylor-Johnson, Nicholas Hoult, Willem Dafoe, Emma Corrin, Simon McBurney, Ralph Ineson Distribuidora: Universal Pictures Fecha de estreno: 25/12/2024