A partir del verano de 1992, un año después de la desaparición de la Unión Soviética, surgieron las agencias turísticas que relevaron a la agencia turística estatal y monopolista “Intourist” y empezaron a repartir países haciéndose con el control de los destinos turísticos, copiando el formato vacacional que ya existía en el Europa Occidental de vuelos charter que cada fin de semana a decenas aterrizaban en Barcelona, Alicante y Málaga y un par de años más tarde en Tenerife.
Y fueron estas ciudades, Barcelona, Alicante y Málaga que sirvieron de punto de partida y creación de nuestra comunidad en España que hoy en día cuenta con unas 50.000-60.000 personas, residentes legales en España, de los cuales un 72% son mujeres, y del total de las mujeres un 68% son jóvenes entre 26 y 34 años, universitarias, solteras y sin hijos.(1*)
El cálido clima, la calidad de vida, los precios razonables y hasta baratos de ropa y de calzado en lo que las rusas se gastan mucho dinero, las facilidades para legalizar su situación en España presentando una oferta de trabajo que a finales de los noventa las empresas exportadoras españolas hicieron a miles de mis compatriotas, la campaña de la regularización masiva de extranjeros de 2005; el carácter español abierto, confiado y tan humano que a veces roza lo inocente, fueron factores principales que convencieron a mucha gente quedarse en España y montar aquí su nueva vida. Un país donde “nunca pasa nada”.
El aspecto físico de una mujer rusa, de piel blanca, pelo rubio y ojos claros, sus tacones hasta en la playa, uñas arregladas, ropa tremendamente femenina y bien combinada, llamó mucho la atención del hombre español, que hace años descubrió gracias a las turistas suecas el destape y el sexo desenfrenado; encontraba en ese tipo de mujer su ideal, esa fantasía que todo hombre en algún momento de su vida anda buscando.
Por el otro lado el contraste entre la liberada mujer española, su incorporación en el mercado laboral, sus ansias de independencia, de triunfar en lo profesional demostrando al hombre que son iguales, hizo que el hombre optó por una alternativa, más callada, menos agresiva en relaciones de pareja, menos mandona, más femenina, y más cosas olvidadas en este país, que uno se imagina e idealiza para convencerse que así será feliz…
En relaciones de pareja una eslava tiene muy asumido su rol del componente “débil” en la pareja que necesita ser cuidad y protegida por su compañero, en cierto modo guiada por él; ella permanece en un discreto segundo plano, no compite con su hombre, no pretende quitarle sus funciones sociales, no dirige un Ministerio de defensa ni patrulla en oscuridad en un país en guerra.
Tenemos tan asumida la igualdad y a la vez las diferencias objetivas entre un hombre y una mujer por capacidad y delimitaciones físicas, por eficiencia de hacer ciertas cosas con mayor dedicación que no nos es necesario estar reclamando nuestros derechos cada dos por tres.
Antes de que las feministas me llamen machista y retrógrada quiero subrayar que no defiendo el patrón de conducta de una mujer que parece sumisa y conformista, aunque en realidad más que sumisión o conformismo, son muestras de sabiduría en amor: paciencia, tolerancia y la capacidad de perdonar, no dar ni prestar la mayor importancia a ciertas cosas en la vida de la pareja que en España saltan a primera de cambio acompañadas con el tan frecuente “Que te aguante tu madre”.
Me limito a exponer aquello que debido a una serie de costumbres y tradiciones históricas, culturales y sociales se ha convertido en el carácter nacional y, al cruzar fronteras de un mundo más avanzado en los derechos de un hombre y la mujer, en lo que implica la igualdad entre unos y otras, ha impactado tanto a unos como a otras, creando nuevas alianzas llamadas “parejas mixtas”.
Curiosamente hoy en día en Rusia hay muy pocas mujeres políticas, de estas mujeres de bandera cuya voz importa y cuyas opiniones cuentan para promover la libertad y los derechos de la igualdad, anunciar la necesidad de implantación de nuevas leyes, defender a la mujer conforme esta se incorpora en las facetas de la vida que antes estaba dominada por los hombres. El mundo machista, basto y hasta violento del hombre ruso aplasta esas inquietudes pero con cierta benevolencia sin que se sientan amenazados permite que se desarrollen las iniciativas emprendedoras.
Así que no hay nada sorprendente en que una mujer rusa, aterrizada con una maleta, a veces con un hijo cuyo padre desaparece para siempre al firmar el divorcio, en poco tiempo se convierte en una emprendedora y una mujer de éxito. De esas que hablan poco, cocinan rico y nunca les duele la cabeza, y aunque no hubiera un buen hombre en su vida, son capaces de salir adelante sin el apoyo de su familia ni amigos que quedan muy lejos y sacar adelante a sus hijos, darles una buena educación y formación y convertirles en seres competitivos, unos sobrevivientes natos.
(1*) Estadísticas facilitadas en el 2005 por el Consulado General de Rusia en Barcelona