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Nosotras no nos callamos

Publicado el 22 noviembre 2022 por Delaflor
Nosotras no nos callamosReto: Nosotras no nos callamosde Libros.com

El primer golpe
El primer golpe no lo vi venir. X y yo nos conocimos por amigos en común. Él era muy amable, súper atento con todo el mundo. Carismático. Estábamos locamente enamorados y a los seis meses, me pidió que me fuese a vivir con él. Todo iba bien pero, me tuve que amoldar a sus costumbres. El escote, súbetelo. La falda, bájatela. Los pantalones, mejor que no sean ceñidos porque ¿no querrás que te confundan con una golfa? Una noche, llegamos a casa. Habíamos estado cenando con Candela y Jerónimo. Nada más cerrar la puerta del recibidor, me llegó el golpe. Me llevé la mano a la mandíbula por instinto y aunque no sangraba, notaba un sabor metálico. Le miré más sorprendida que asustada sin comprender nada. —No me mires así —dijo X como si aquello fuese normal— ¿No sabes por qué te he pegado? Apenas pude decir que no con un hilo de voz. —¿Qué te crees, que estoy ciego? He visto como mirabas a Jerónimo. Estando su mujer y yo delante... Tú es que eres muy puta. ¿Te gusta ser puta? Voy a vigilarte muy de cerca porque lo de esta noche no me ha gustado nada. Me fui al lavabo y lloré por sus palabras más que por el golpe. Me lavé la cara con agua fría. El lado donde me había golpeado se estaba poniendo feo. Ese fue el primer golpe. Vinieron más. Me hice experta en maquillarme los moratones. Si me arreglaba, era una perra buscona. Si no lo hacía, era una vaga de mierda que no servía ni para mostrarse apetecible para su hombre. Golpes, patadas e insultos. Más de una vez me llevó por el pasillo arrastrándome del pelo. Aguanté así durante ocho años. Hasta que un día me escapé con y por mis niños. 

El último golpe

Mis niños ya son hombres. Han pasado veinte años desde que dejamos aquella casa del horror donde se pasaban muchas noches sin pegar ojo, escuchando como papá pegaba y trataba mal a mamá porque la sopa estaba fría o a la camisa se le había caído un botón. Según X, porque no tenía ni puta idea de nada.

—Mamá, tu comida está siempre buena. ¿Por qué papá es malo contigo? —me dijo un día mi David. 

—Anda, mi amor. Tú come y calla —le contesté besándole la coronilla. 

Aquel viernes de verano lo vi claro. X aún tardaría cuatro horas en llegar a casa, así que metí algo de ropa para los tres en una bolsa y cogí a mis niños. David de seis añitos y Darío de solo dos. Subimos a un autobús hasta el pueblo de mi prima y en dos horas estaba allí. Mi prima Carmen era de las pocas que sabía de mi mala vida con X. Por vergüenza, no era una cosa que quisiese ir contando. No me sentía orgullosa. Siempre me había dicho que no fuese tonta, que le denunciase y que le diese la patada. Pero yo pensaba que a dónde iba a ir con dos niños pequeños. Sin trabajo, sin coche. X me había apartado de todo y de todos. No me valoraba y me había anulado como mujer, como persona. ¿Pero qué clase de madre sería si no apartaba a mis hijos de algo malo? 

Años después nos encontramos de nuevo en el juzgado. Vengo como testigo de la acusación, también Juani, la novia que tuvo después de mí. Venimos para ver como le meten entre rejas tras mandar UCI de una paliza a Míriam, su última pareja.

Mala hierba nunca muere pero vamos a echar herbicida y que no salga.


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