Revista Opinión

Nosotros en el Universo.

Publicado el 12 junio 2019 por Carlosgu82

Nosotros en el Universo.

«Existo; luego pienso», «Soy Nada».

Desde que el hombre ha encontrado a la razón y al pensamiento, se ha hecho muchas preguntas; de las cuales muchas tienen respuesta mientras que otras no. Desde Copérnico, desde los Egipcios, desde los Mayas, desde los Incas, desde los Vikingos el ojo humano ha estado mirando en una dirección; hacia arriba.

Bendita gravedad que nos mantiene los pies sobre la tierra y permite la vida en este planeta. La luna también tiene gravedad, menos que la Terrenal, pero no tiene vida. Muchos planetas tienen gravedad, en diferente medida, pero no tienen vida (hasta que se demuestre lo contrario). Existen muchísimos plantas, demasiadas galaxias, infinitos soles, millones de partículas regadas por la nada y presentes en todo. Aún así, sólo conocemos hasta el día de hoy que somos el único planeta con vida. Plantas, animales terrestres, voladores, monstruos marinos y, el milagro más grande de todos; el humano.

Aún en nuestros días la gente sigue mirando hacia arriba, cuestionándose qué es lo que hay más allá de obscuridad y frialdad. No por nada hemos sido capaces de llegar a la Luna, no por nada se han logrado orbitar satélites, conseguir imágenes del espacio e imágenes de un hoyo negro. Hemos aprendido a controlar los cult

ivos mediante los astros, prevenir alguna tormenta, algún mal tiempo, etc… Hemos aprendido a localizarnos geográficamente gracias a los astros. Hemos aprendido que aún en la noche más obscura, más silenciosa, más fría, hay un ojo observándonos desde los cielos.

Hemos aprendido que los asteroides tuvieron que chocar a la Tierra para que el ángulo de inclinación fuera el preciso, hemos aprendido que estamos a la distancia correcta del sol para no morir quemados ni congelados. Hemos aprendido a vivir junto con los animales, hemos aprendido a domesticarlos.

Y aún a pesar de lograr todo esto, nuestro mundo y nuestro exterior Terrestre siguen siendo un misterio.

Es verdad que la sociedad en que nos desarrollamos y crecemos nos ayuda, positiva o negativamente, a formarnos como seres humanos y aprendemos a jugar el papel que nos toca. Sin embargo, hay un factor más.

El observar a las estrellas no es un simple capricho o un simple hábito; también nos moldea. No por nada a Copérnico lo mataron por ver el cielo desde otra perspectiva; no por nada apoyaron el viaje de Colón, basado en los estudios astronómicos. No por nada los Rusos y Americanos invirtieron cantidades exorbitantes de dinero por logar llegar al espacio. No por nada el cine, la televisión e incluso la música han tratado de darnos un punto de vista sobre el espacio exterior. No por nada escritores se la han vivido pensando en lo que nos rodea fuera de la Tierra.

No importa a dónde vayamos, las estrellas y la Luna siempre nos acompañan, el Sol y los demás planetas nos rodean y vivimos con ellos en un sistema organizado que permite que sigamos acá el día de hoy.  Y aunque a primera vista aprezca que no nos afecta en nuestra formación, es todo lo contrario.

La forma en que percibimos a nuestra propia existencia ayuda a definirnos como personas. El Universo es un sistema organizado, ¿qué no es lo mismo que tratamos de hacer con nuestros grupos sociales? El Universo es enigmático, ¿qué la Tierra no deja de serlo? El ver las estrellas, los planetas, nos ayuda a darnos cuenta de una verdad inegable que, aunque puede sonar deprimente, es también alentador: somos nada.

Un punto negro en una hoja blanca ¿es algo? Nuestra existencia la podemos llamar de muchas maneras: milagro, suerte, planeación, etc… Sea cual sea la denominación que le demos, el exterior es algo que nos ayuda a formarnos. Saber que somos vida y que nada más somos de paso nos ayuda a apreciar más la vida, a valorarla, a darnos un objetivo, a darnos un lugar en este mundo, en esta realidad, en este momento.

Sara Teasdale decía:

Vendrán lluvias suaves y olor a tierra mojada,
Y golondrinas revoloteando con un brillante sonido;

Y ranas en los estanques, cantando en la noche,
Y ciruelos silvestres de trémula blancura.

Los petirrojos vestirán su plumoso fuego,
Silbando caprichosos sobre el cercado.

Y nadie sabrá de la guerra, nadie
Se preocupará cuando concluya.

A nadie le importaría, ni al pájaro ni al árbol,
Si toda la humanidad pereciera;

Y la propia Primavera, cuando despertara al alba
Apenas sabría de nuestra partida.


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