Revista Cine
Louis Waters y Addie Moore llevan gran parte de su vida siendo vecinos en una pequeña localidad de Holt, Colorado. Ambos enviudaron hace años y se encuentran en el ocaso de sus vidas. La soledad pesa, especialmente de noche, donde el insomnio es el principal acompañante en la cama. Un buen día, Addie se planta en casa del vecino y, aunque titubea al principio y está a punto de echarse atrás, le plantea a su vecino, con toda la naturalidad del mundo, si quiere ir a su casa a dormir con ella.
-Me preguntaba si querrías venir alguna vez a casa a dormir conmigo.-¿Cómo? ¿A qué te refieres?-Me refiero a que los dos estamos solos. Llevamos solos demasiado tiempo. Años. Me siento sola. Creo que quizá tú también. Me pregunto si vendrías a dormir por la noche conmigo. Y a hablar (...) Hablo de pasar la noche. De acostarse calentitos, acompañados. Meterse juntos en la cama y que te quedes toda la noche. Las noches son lo peor, ¿no crees?-Sí, ya lo creo. A veces en lo sencillo se encuentra lo conmovedor. Esta novela es sencilla y profundamente conmovedora. Muchos ya la habéis leído. Yo he tardado algo más. ¿El motivo? Desconfiaba. Me parecía que partía de una premisa poco creíble, pero fue suficiente leer la primera página para saber que me equivocaba y que estaba ante una historia que me dejaría huella. Estoy ante uno de esos casos en que tengo la sensación de que, por mucho que os cuente mis impresiones, me voy a quedar corta. Solo puedo decir que es una novela de menos de 130 páginas, cargada de diálogos, se lee en una tarde, pero permanecerá con vosotros mucho tiempo.
Addie y Louis cautivan al lector inmediatamente. Asistimos a la evolución de su relación, que de ser un poco extraña se va afianzando nocha tras noche, cuando comparten sus secretos, sus inquietudes, su presente y su pasado. Poco a poco las noches saben a poco, querrán pasar más tiempo juntos, y tendrán que enfrentarse a las habladurías del pueblo y de la propia familia de Addie. Llega la incomprensión y la falta de empatía, unas circunstancias que, a determinada edad, se gestiona de forma difererente.
No es que las personas de la tercera edad sean diferentes, pero sí que es verdad que observamos a menudo (me pasa con mi propia madre) que la experiencia y todo lo vivido hace que relativicen muchas cosas o que factores como el qué dirán pasen a un segundo plano, aunque después todo eso, en muchos casos, pase factura. Es el aspecto que creo más me ha gustado de la historia: la forma de plasmar en sus páginas esa óptica, esa nueva perspectiva de la vida, del amor y de la familia que se alcanza al llegar a cierta edad, en la que todavía queda mucho por hacer y por vivir.
Este es el último libro de Kent Haruf. El premiado autor falleció con 71 años tras entregar las correcciones. Espero poder leer sus anteriores títulos (cuatro, sin contar este, según tengo entendido) . En cuanto a "Nostros en la noche", espero ansiosa su adaptación al cine. Maravilloso.