La acción personal: Los cambios crean la necesidad de dar coherencia a nuestra vida. Parece que, si estamos aquí, en esta reunión, hemos decidido seguir viviendo. El tema es ¿en qué condiciones? No está claro hasta donde uno está dispuesto a luchar por esas condiciones para sí, pero mucho menos claro todavía, hasta qué punto se está dispuesto a luchar porque esas condiciones lleguen a otras personas.
Algunos prefieren seguir viviendo con dolor, sufrimiento, injusticia. La opción se enrarece más si hay que luchar para otros. La variante que se pregona "que cada uno se las arregle".
Las personas necesitan un sistema de ideas coherente con su acción.
Ninguna persona está aislada. Vive en situación, produciendo y recibiendo contradicción. No es posible cambiar la vida sin tener en cuenta a las otras personas. Si las personas con las que estamos en relación cambian, producen cambios en nosotros y así a la inversa.
Si queremos modificar nuestra situación e influir en la situación de otros necesitamos acciones progresivas y sostenidas. Tendremos que dar dirección a nuestra vida buscando coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Como no estamos aislados esa coherencia tendrá que llegar a la relación con otros, tratándolos del modo que queremos para nosotros. Estas dos propuestas no se pueden cumplir rigurosamente. No podemos pretender ser modelos, conocemos nuestra incoherencia. Sólo hay una pequeña diferencia entre nosotros y las demás personas: nosotros tenemos la intención de ser coherentes, aspiramos a darle un sentido a nuestra vida. Intentamos pensar, sentir y actuar en una misma dirección.
En el lenguaje común las intenciones son inconsistentes. No es así para nosotros. Seguimos siendo incoherentes pero con intención de ser coherentes. No nos quedamos en "somos incoherentes" sino que tratamos de cambiar. Esta pequeña diferencia es fundamental.