Dícese de la tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. Esa es la definicón del diccinario de un sentimiento que nos pareció sentir al visitar hoy la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. Meditando un poco después nos dimos cuenta de que realmente no era tal nuestro sentimiento.
Hace veintidos años que iniciamos nuestros estudios de la entonces Diplomatura de Fisioterapia en esa Facultad. Buscamos activamente la emoción cuando nos acercábamos a sus puertas. Y la encontramos. Curiosamente parece que no han cambiado muchas cosas, al menos en la estética. Ascensor nuevo para acceder a las Escuela de Enfermería, Fisioterapia y Podología o puertas automáticas para acceder a la Biblioteca de Medicina. Mismos suelos, mismas persianas de madera envejecida, mismos radiadores de hierro empolvados. Incluso mismos nombres en los letreros de muchos despachos.
La universidad española, las titulaciones, se supone que han tenido muchos cambios, especialmente tras el inicio de los Grados. Las fachadas, reales y metafóricas, no parece que los hayan sufrido. En los recientes encentros a los que hemos acudido estuvo presente la queja de los estudiantes y de los docentes sobre las fallas en la docencia o la desconexión entre universidad y práctica profesional. Esperemos que, a pesar de que la estética siga igual, esos cambios tengan reflejo en la forma de enseñar y aprender la fisioterapia.
Nos llamó la antención que en la univerdidad se toma partido en la convulsa situación que vive la sanidad en Madrid. Carteles y pancartas así lo delataban. También la incorporación normalizada de ordenadores en el entre estudiantes y en la bibliotecas. Así se mantiene, al menos en apariencia, el inconformismo juvenil tradicional en los universitarios, y se adoptan las novedades que desde hace años nos ofrece la tecnología. La recurrente combinación entre tradición y modernidad.
Como dijimos, esa emoción rescatada al recordar los primeros compañeros, los profesores, los lugares donde disfrutamos de estudio y jolgorio, no era nostalgia. No sentimos tristeza ni melancolía. Sí nos hizo reflexionar sobre lo que allí iniciamos. Un camino del que no nos arrepentimos. Nos ha servido para encontrar colegas y amigos, una vocación, la Fisioterapia, y para contemplar con perspectiva todo lo que hemos avanzado como profesión y atisbar todo lo que aún queda por hacer. Aunque el marco físico siga casi igual, aunque el contexto social sea complicado, esos jóvenes digitalizados, muchos de los nuevos y no tan nuevos docentes, alcanzarán logros que ya hace veintidos años nos hicieron vislumbrar más desde el deseo que desde la realidad alcanzable. Quizás aquella “nostalgia” sólo era la sensación del paso de los años, del cambio en nuestras vidas. Al final, al mirar a nuestro alrededor, en realidad esbozamos una sonrisa.