Los castellanos Celtas Cortos hicieron uno de los mejores temas
sobre los viejos tiempos
Asfalto, de Vallecas, funcionaba antes del fin del franquismo e incluía en sus filas a algunos de los que luego integrarían bandas de referencia en el rock español. En el 78 lanzaron un primer álbum con algunas canciones memorables, entre ellas la magnífica ‘Días de escuela’. Se trata de un canto a los compis del cole de los sesenta sin que falten los retratos y los profes con bigote, los capones y el himno, la cruz y el catecismo, la estufa y la leche en polvo…, pero también el bocata del recreo, los cromos y el tacón (hay que tener cierta edad para saber cómo se jugaba al tacón y las pelis), la complicidad con los camaradas de pupitre, pasillo y patio, los primeros amigos. Sí, eran escuelas grises, frías y constreñidas, pero a pesar de ello reconforta recordar años y compadres infantiles.
Al poco de aparecer ese primer elepé de Asfalto, varios de sus componentes renegaron del resultado, de modo que se marcharon y formaron Topo. Éste grupo lanzó unos pocos meses después un disco que, escuchado con perspectiva, no se diferencia demasiado de aquel que ocasionó la desbandada, ya que ambos encajan perfectamente en la denominación de rock urbano y callejero, con sonido limpio y más bien austero. No puede extrañar, por tanto, que en el álbum con que Topo se daban a conocer (enero del 79) se incluyese un tema, ‘Mis amigos dónde estarán’, en el que se narra cómo se conserva aquella amistad escolar ahora en los setenta, en los futbolines y los billares (equivalente de entonces a las salas de videojuegos de hoy), en las manifas y las carreras, en los bares y los bailes, con copas y cigarros. La respuesta a la pregunta al paradero de los viejos secuaces tiene, finalmente, su carga de desencanto: “en un tresillo se aplastarán”.
A mediados de los ochenta del XX Loquillo era uno de los nombres emergentes de la nueva ola española. Siempre acompañado por buenos compositores, el catalán había cambiado Intocables por Trogloditas, y con estos publicaba uno de los mejores trabajos de su carrera, ‘¿Dónde estabas tú en el 77?’, cuyo tema central era precisamente ese ‘77’ (con letra del propio José María Sanz). La fecha se refiere al año del punk y sus primeras hornadas, las autodestructivas, las de las drogas, las broncas y el alcohol, las del ‘no future’, ‘anarquía’ y ‘no more heroes’; las calles ardían en el 77, pero “qué quedó de aquellos tiempos”, del amigo vacilón, de las chicas, “del Araña” y demás camaradas con los que descubrieron aquel invento llegado de Londres. Esa idea se engarzó en un ritmo cercano al rockabilly pero con guitarras más potentes. No hay duda, aquellos con los que se comparte un descubrimiento, una novedad, siempre dejan huella profunda, recuerdo indeleble. Ya en los 90, los pucelanos Celtas Cortos, dentro de su tercer álbum, regalaban una de las mejores canciones de su época, un tema que se sigue escuchando hoy con gusto y que se muestra tan cautivador como en su momento, ’20 de abril’. Se trata de una carta a una antigua novieta en la que, además de preguntarle cómo le van las cosas (genial la frase “qué tal te va con el tío ese”), trata de tocar su fibra más sensible al recordarle las noches en aquella cabaña y las risas que se hacían entre todos los troncos… La nostalgia se vuelve a imponer al señalar cómo ha pasado el tiempo y cómo ha cambiado ‘la basca’. El ritmo vivaracho, el estribillo pegadizo, los arreglos de flauta y violín (como corresponde a un grupo con base celta) y lo fácil que se canta, hacen de esta melodía algo verdaderamente especial para mucha gente.
Sí, estos cuatro significativos títulos de la historia del rock español miran atrás con añoranza y melancolía, como lamentándose de que los viejos tiempos sean irrecuperables. De todos modos, resulta imposible sustraerse a la magia del recuerdo, sobre todo en reuniones de viejos amigos.
CARLOS DEL RIEGO