Revista América Latina

Nostalgia del imperio

Publicado el 28 octubre 2013 por Anahi

por Luis Britto García
Aporrea, 27.10.13


Nostalgia del imperio1
Según Oswald Spengler los imperios, al igual que los organismos crecen, maduran, decaen, mueren. De acuerdo con Georg Friedrich Hegel, encarnan un momento de la Idea, y cuando ésta los sobrepasa se marchitan. Afirma Edward Gibbons que perecen a manos de la barbarie y la superstición. Según Arnold Toynbee, labran su destrucción al convertirse en ejércitos y vivir del saqueo. Para Lenin, son la fase superior del capitalismo que se expande buscando materia prima, mano de obra barata y mercados. Al decir del Tao Te Chin, todo lo joven y débil crece, todo lo grande y fuerte ha comenzado a morir.
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Define Voltaire a los filibusteros como horda de asesinos y saqueadores, y pregunta: ¿Qué gran imperio en sus comienzos no lo fue? Eran los romanos banda de salteadores de caminos desterrados que tuvieron que robarle las mujeres a los sabinos. Los ibéricos conformaban piquetes de bárbaros que cayeron sobre los cultos musulmanes y hebreos de Hispania y de El Anda Lus, y luego sobre América. Corsarios y piratas perpetraron la suma de rapiñas llamada Imperio Británico. Los Padres Fundadores de América robaron territorio a sangre y fuego a indígenas y mexicanos en nombre del racismo y el esclavismo. Cuando una nación deviene criminal, está en vías de Imperio.
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El militarismo engrandece Imperios y arruina pueblos. Reclutados para las cada vez más frecuentes guerras en servicios que llegaban a durar diez años, los legionarios romanos no podían trabajar en sus pequeños fundos o talleres artesanales y los perdían. Los torrentes de cereales robados como tributo a los vencidos hacían invendibles las cosechas de los romanos: la mano de obra de los derrotados convertidos en esclavos acababa con el empleo: los orgullosos conquistadores lo perdían todo y acababan en las grandes ciudades como marginalidad que sólo servía para dar su prole a los ejércitos y vender su voto a los políticos. Los metales preciosos pillados a América arruinaron a agricultores y artesanos ibéricos porque era más fácil importar que producir. La clase trabajadora del Primer Mundo queda sin empleos porque los ocupan los semiesclavos inmigrantes ilegales o los esclavizados peones de las maquilas del Tercer Mundo, la más barata carne de maquila o de cañón.
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Los imperios nacen por la maquinaria militar y por ella mueren. Un Estado que vive de las guerras depende de los militares. A partir de César la República romana fue degradada a fórmula decorativa del Imperio. En España se consolidó un poder absoluto en torno a la monarquía; en Inglaterra, alrededor de la oligarquía parlamentaria que maneja al monarca; en Estados Unidos, el complejo militar industrial es árbitro de vidas y haciendas. Cuando los pueblos se cansan de morir en guerras remotas que no los benefician, los imperios alquilan mercenarios, que terminan mordiendo la mano que los arma. Ejemplo: Roma tomada por los bárbaros; los cipayos hindúes en rebelión contra los ingleses; el brazo armado de Estados Unidos vuelto incoherente mezcla de mercenarios hispanos, afroamericanos y de Al Qaeda.
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Nostalgia del imperioCada vez que un Imperio invade militarmente un pueblo, los invadidos lo asaltan y lo conquistan culturalmente. Roma se llenó de griegos, egipcios y hebreos; Inglaterra de hindúes y africanos; Estados Unidos de afroamericanos, chicanos, hispanos, vietnamitas y musulmanes. La élite que administra la amoralidad del saqueo deviene amoral ella misma; vínculos familiares y natalidad se desvanecen. Como decía Marx, todo lo sólido se disuelve en el aire.
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Saquean los imperios las culturas de los vencidos y fraguan con ellas una oikumene, un fantasma de universalidad. Con la Razón Natural de los estoicos y el cristianismo hebreo forjaron los romanos el Catolicismo ecuménico. La Roma de la decadencia hizo ciudadanos a todos los habitantes del Imperio, no por humanidad, sino para obligarlos a pagar impuestos para su fisco arruinado. Con música de esclavos negros, plástica de máscaras africanas y símbolos del consumo masivo de los marginales improvisan los capitalistas un Pop que se vende como epítome de la globalización. Así llega Estados Unidos a no poder pagar a sus empleados públicos ¿Pagará alguna vez al mundo todo lo que le ha quitado?
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