Editorial Impedimenta. 375
páginas. 1ª edición de 1993; ésta es de 2016.
Traducción de Marian Ochoa
de Eribe.
Introducción de Edmundo Paz
Soldán.
Llevaba muchos años oyendo
hablar de Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956), uno de los buques insignia
de la editorial Impedimenta. Hace unos años estuve a punto de acudir a
la presentación en Madrid de uno de sus libros porque iba a estar allí el
autor, pero al final lo dejé pasar. Consideré, en aquel momento, que no debía
interesarme por más escritores nuevos. Pero los comentarios favorables sobre
Cărtărescu seguían llegándome. Sobre todo había oído hablar de El
ruletista, del que (hasta hace no mucho tiempo) no estaba seguro de si
era un cuento o un conjunto de cuentos. En la Feria del Libro de Madrid 2017 me
acerqué a la caseta de Impedimenta y me apeteció preguntarles a sus editores, Enrique
Redel y Pilar Adón, qué libro de Cărtărescu me recomendaban para
empezar con él. Sin dudarlo me señalaron Nostalgia. Yo les hablé de El
ruletista, y me comentaron que Nostalgia lo incluye, pues es su
primer relato. Así que me compré Nostalgia y me he puesto con ella hacia
finales de septiembre, cuando ya estaba anunciada la salida de la última novela
de nuestro autor rumano, Solenoide, de la que me hablaron sus
editores en la feria y que la crítica apunta que es su mejor libro.
Nostalgia está
compuesta por cinco narraciones. Algunas, de unas 30 páginas, podrían ser
calificadas de relatos, y otras, de unas 150 páginas, son ya novelas cortas o
simplemente novelas. Cărtărescu publicó este libro en 1993, cuando ya se había
labrado una reputación en Rumanía como poeta. Esta obra le situó también a la
cabeza de los prosistas de su país.
El ruletista
aparece en una primera parte del libro titulada Prólogo. En este
relato, un escritor conversa con el lector y le anuncia que le va a contar la
historia de uno de los vecinos del barrio de su infancia. Es normal que el
narrador interrumpa la historia contada para hacer alguna reflexión y
convertirse a sí mismo en un personaje del relato. Esto que, en principio,
parece un recurso narrativo del siglo XIX, es empleado con mucha
gracia y soltura, y en realidad se convierte más en un elemento posmoderno,
puesto que juega con los límites de la propia escritura.
El ruletista es un
cuento redondo sobre la suerte y el destino. Un texto en el que podemos sentir
la influencia de Jorge Luis Borges y su gusto por la paradoja. Aquí, los
personajes quedan supeditados a la anécdota, y se dibuja para ellos una
psicología que tiende más a lo fantástico y mítico que a lo racional. Es
difícil no sucumbir al encanto y el talento de Cărtărescu después de acabar
este cuento, todo un clásico moderno.
El cuerpo central del libro
se titula, precisamente, Nostalgia, y está formado por tres
narraciones: El Mendébil, Los gemelos y REM.
El primero es un relato extenso, y en los otros dos casos podemos ya hablar de
novelas.
Estas tres narraciones
tratan sobre la infancia y la adolescencia. Si bien El ruletista
transcurría en una ciudad innominada que el lector podía suponer que era
Bucarest, en esta parte central del libro la localización narrativa se hace más
explícita y sobre todo aparece, de forma recurrente, una avenida de la ciudad
llamada Stefan cel Mare. «Soy, como ya sabéis, un escritor ocasional. Solo
escribo para vosotros, queridos amigos, y para mí. Mi verdadera profesión es
aburrida, pero a mí me gusta y conozco muy bien sus trucos», leemos en la
primera página 43 de este relato. De nuevo, y éste es un recurso que se repite
en las distintas historias de este libro, tenemos aquí a un narrador que, de
forma consciente, le informa al lector de que le va a contar algo. Aquí también
cobrará importancia la descripción de los sueños, un elemento que acaba siendo
crucial en el estilo compositivo de Cărtărescu. El narrador nos hablará de la
época en la que era un niño de siete años y disfrutaba de uno de los largos
veranos de la infancia. Al barrio llega un niño nuevo –el Mendébil– que primero
sufrirá acoso por parte del resto y luego les seducirá con sus historias, para
volver a caer en desgracia cuando los demás se percaten de que es sexualmente
más adelantado que ellos. Esta idea de la sexualidad no aceptada por los niños
se repite en las demás narraciones de este cuerpo central de Nostalgia.
Cuando se describen las historias que cuenta el Mendébil a los otros niños he
vuelto a pensar en la imaginación de Borges, un autor al que sin duda (acaba
citándolo en un cuento) Cărtărescu admira.
Los gemelos
trata sobre la ambigüedad sexual de un joven. El cuento arranca con el
protagonista masculino vistiéndose de mujer. Luego empezará a narrarnos su
historia: su rechazo de la sexualidad en un campamento de verano (esta parte,
en la que se describe la infancia, tiene mucho que ver con El Mendébil),
para hablar posteriormente de su enamoramiento de una joven compañera de clase.
El narrador le está contando su historia a los médicos del centro psiquiátrico
en el que se encuentra internado. La narración se mantiene, durante bastantes
páginas, dentro de los cánones del realismo (aunque con algunos toques
alucinados), para acabar desbordándose en un alarde de imaginación y
creatividad. En este sentido, Cărtărescu es un escritor muy dotado para romper
con las expectativas del lector.
REM es la
narración más larga del libro. El lector debe tener cuidado al acercarse a
ella y no perderse en el juego de narradores inicial: el narrador nos cuenta
que está en una habitación con dos amantes. «Doy vueltas por la estancia cada
vez más agitado. Mis patas, mis garras, mi vientre transparente ocupan toda la
habitación, que resplandece cada vez más en el ocaso inversa» (pág. 201). El
narrador, como podemos ver, es un ente indefinido que dará la voz narrativa a
un chico, más joven, y también a una mujer, que le contará a su amante una
historia que vivió en su infancia, cuando su madre estaba enferma y tuvo que
pasar una temporada de verano en casa de una tía. Esta narración es enormemente
imaginativa y fantasiosa.
En el prólogo del libro, Edmundo
Paz Soldán escribe: «Un cuento prodigioso –en más de un nivel– como REM
puede remitir a Borges, pero también a Lewis Carroll y a Bruno Schulz, esos dos
grandes narradores de la infancia y la juventud como territorios de lo mágico».
Suscribo el comentario de Paz Soldán. Lo cierto es que había leído el prólogo
antes que los relatos (hubiera sido mejor dejarlo para el final), y tal vez mi
cabeza estaba buscando ya las referencias a Borges, Carroll y Schulz, pero,
puesto que son tres escritores a los que he leído, me gustaría pensar que
habría acabado pensando en ellos igualmente, aunque me hubiese saltado el
prólogo. La referencia a Borges es evidente, puesto que REM acaba siendo una
especie de Aleph. También lo es la referencia a Carroll, con unos relojes
cuyas manillas dan vueltas de forma descontrolada y unos agujeros en la tierra
por los que se adentran las protagonistas infantiles. Bruno Schulz en Madurar
hacia la infancia hace que la imaginación infantil se adueñe del
relato, igual que hace aquí Cărtărescu.
Además de los sueños y los
juegos con el narrador que interviene en la historia, en estos relatos se
repite siempre una obsesión del autor: la presencia inquietante de las arañas y
las telarañas.
En la página 216, el
narrador animalizado (que en realidad parece un espectro) se dirige al lector:
«Esto se alarga tanto que, querido lector, me siento obligado a llenar tu
espera con algo. No creo que te venga mal que te cuente algo más sobre Vali
(…). Él escribirá, por ejemplo, dentro de dos años (desvelo esto sólo para que
os hagáis una idea de sus posibilidades como novelista principalmente) la
primera historia de este volumen, El ruletista». Las cinco narraciones
(y sobre todo las tres centrales) del libro están fuertemente unidas.
Después de un desarrollo
fuertemente imaginativo y fantástico, hacia el final de REM leemos:
«Naturalmente, en cuanto llegué a casa la magia se esfumó» (pág. 339), y aquí
la narradora parece despedirse ya de la infancia.
El quinto relato está
situado en una parte del libro llamada Epílogo; se titula El
arquitecto. Su estilo literario lo emparenta con El ruletista.
Aquí nos encontramos con un arquitecto que empieza a obsesionarse con los
cláxones de los coches, lo que le lleva a crear todo un mundo musical. Este
cuento se puede relacionar con Kafka y sus artistas del hambre o del
trapecio.
En resumen, Nostalgia
me ha parecido un libro inmenso, todo un clásico moderno. Y Mircea Cărtărescu
un escritor dotadísimo, que bebe de algunos clásicos de los siglos XIX y XX
(Lewis Carroll, Franz Kafka, Bruno Schulz o Jorge Luis Borges), pero tratados
de una forma muy original. Realismo que se rompe cuando el lector menos se lo
espera, juegos de narradores, prosa trabajada y muy imaginativa… toda una
delicia de lectura. Muy recomendable.