- Diría (si me lo permite) que el poeta moderno debe reconquistar el lenguaje - maleado por la dominación política, la producción industrial de necesidades, la comercialización del proceso comunicativo... En su inconsciencia inducida, el ciudadano-consumidor habla reproduciendo las estructuras del amo, afirmando en lo que dice su dominio -ctnónico, como pondría Benjamin, porque viene de lo profundo, como un espíritu subterráneo, sotanoso...
- Abrevie, se lo agradecería...
- Digamos que el poeta moderno reconquista o intenta reconquistar el lenguaje. ¿Cómo lo hace? Devolviéndolo a la condición individual, de ciudadano emplazado, como Brodsky. Afirmándolo como lugar de reunión para los otros, los desaparecidos, en el caso de Milosz. O recuperando su vértebra de oráculo, como haría Holan. O reclamando su imposibilidad, su constante resquebrajarse frente al uso dominador, firme, vendible de la época (y ahí estaría Celan). Los poetas que importan recuperan el lenguaje con esos riesgos o con otros muchos posibles.
- ¿Y qué ha pretendido hacer usted? Porque no veo -discúlpeme- nada de eso en esto.
- He querido reducir el lenguaje a sus piezas, a sus mínimos para ver qué se recupera en el proceso. Sobre todo, para limpiar cada pieza, librar de cascarilla. Percibir de nuevo su arbitrio, su extrañeza, su potencialidad, lo que cada pieza parece perder una vez ensamblada.
- No acaba de quedarme claro.
- Tampoco es imprescindible...