Revista Cine

Nota editorial

Publicado el 01 junio 2010 por Ventura

Bastante a menudo, el cine no es más que el arte de eludir la dificultad. (Jacques Rivette)

“La forma que tengo de entender la vida y que trato de proyectar tanto en lo que escribo como en la posición ética de esta publicación, me impide manipular los hechos de un acontecimiento que ha tenido lugar. Gestionar la memoria, sesgarla, acomodarla a unas circunstancias concretas, no las contemplo como una solución moralmente aceptable. Colocar una tirita a una cesura, vendría a ser más un ejercicio de censura que una cura real a la herida abierta. Por todo esto, he decidido no borrar esta entrada” Cuando escribí este comentario no podía imaginar que Juventud en marcha acogía además otras dos críticas intrusas: Ne change Rien (link), La belle personne (link).

Sam Peckinpah no se cansó de repetir que en sus películas no existían malos ni buenos: solamente hombres y sus circunstancias. Juventud en Marcha respeta el silencio que ha decidido guardar Juan Antonio, y mantendrá la idea de no borrar sus críticas porque “De haberlo hecho, Juventud en Marcha se convertiría en cómplice de un engaño multiplicándolo por dos. Exponiendo claramente los hechos y conservando su visibilidad, lejos de pretender justificar la evidencia o asumirla como propia, la publicación trata de tomar nuevo impulso con un mayor grado de exigencia y rigor. Borrar la mancha con que ha sido salpicada, la convertiría en una marca perpetua y por lo tanto inoperable. Por el contrario, conservarla supone poder trabajar activamente sobre ella hasta conseguir darla una salida tan digna como verdadera”

La lógica del mercado exige que el fallo, la mancha o lo no-bello sea eliminado de forma inmediata de cualquier esfera de visibilidad, y que la persona que comete un error sea excluida y reprobada con la mayor celeridad posible. Juventud en marcha trata de alejarse de esta lógica irracional en la que no cabe ningún tipo de contraplano que contrarié las normas de homogenización cultural, conservando lo hechos y dejando la puerta abierta a Juan Antonio para que vuelva escribir en este espacio cuando crea conveniente recuperar su credibilidad.

Si esta publicación rinde homenaje a Pedro Costa es, entre otras cosas, por su ética como cineasta. Su cámara registra de manera impasible como un mundo muta tratando de borrar esa “indisociable verdad” de todo extranjero de la que habla Jean-Luc Nancy. Su ajeneidad es indispensable para que, tanto el extranjero como el habitante del país al que accede de forma intrusa y sorpresiva, conserven su verdadera identidad. De esta manera se logra construir la diferencia indispensable para poner en marcha todo lo que de otra manera quedaría inoperante.

Ventura.


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