A veces uno coge un libro a sabiendas de que le va a gustar y, ya zambullido en la lectura, se alegra de ese pálpito que le ha conducido a ese momento de placer. Es una sensación que no tiene nada que envidiar a la sorpresa de escoger un libro sin ideas preconcebidas y hallar en él un pequeño mundo maravilloso. Los libros de este mes pertenecen, casi todos, a la primera categoría. Quizá me estoy acostumbrando a ir sobre seguro.
EL CLUB DE LECTURA DEL FINAL DE TU VIDA. Will Schwalbe
Partiendo de la dolorosa situación de su madre, enferma de cáncer, Schwalbe consigue contar sus últimos años de vida sin caer en lo lacrimógeno a través de la relación que mantuvieron entre ellos y con los libros. No es tanto un libro sobre la muerte como sobre la vida y la forma en que se puede pasar por ella, sobre integridad, amor y literatura. Y, a pesar de la tristeza, me ha dejado buen sabor.
DIARIO DE UNA DAMA DE PROVINCIAS. E. M. Delafield
O el mezquino encanto de la sociedad rural inglesa. La pluma de la autora dibuja con irónicas pinceladas la vida cotidiana de una mujer que desplazó sus ambiciones del pasado por la vida familiar en un pueblecito inglés, burlándose incluso de sí misma y sus devaneos con la bohemia y la intelectualidad. A pesar de transcurrir en los años treinta, la novela se hace cercana y nos regala momentos estupendos, que hacen pasar de la sonrisa a la risa socarrona en más de una ocasión.
EL REY DE LOS TEJONES. Philip Hensher
A pesar del secuestro de la niña que supone el detonante para la historia, no es un libro de intriga y, realmente, hay momentos en los que olvidé esa subtrama, embebida en los tejemanejes de los habitantes del aparentemente apacible Hanmouth. La galería de personajes que recorren el libro no tienen desperdicio, desde el amable quesero hasta la adolescente rebelde, entretejidos en un telar de encuentros y desencuentros, de vicios más que virtudes, de mezquindades a veces no tan pequeñas. Una disección realmente gozosa del retrato de una sociedad que se tambalea, sin terminar de caer ni saber cómo levantarse. Para leerla con atención.
DEL COLOR DE LA LECHE. Nell Leyshon
Después de esa primera página que me atrapara, seguí leyendo… y no pude parar. Una jornada lectora obligatoriamente dividida por la laboral y, de pronto, la última vuelta a la hoja y el fin. Para mi desaliento. Más que la trama, me hechizó la voz narradora, una voz que combina crudeza y ternura, a veces quizá un poco incongruente con sus circunstancias pero arrasadora de principio a fin. Una lectura de las que dejan arañazos, de esos que escuecen pero gustan, como los que te deja el amor.
UN INCONVENIENTE. Mary Cholmondeley
Breve pero certera, esta “nouvelle” podría ser una muestra de lo mucho que puede decirse con pocas palabras si son las adecuadas. Amor truncado, abandono, despecho; todos los elementos para producir una historia pasional aquí se combinan con una sobriedad llena de destreza para crear el retrato de una mujer sola en medio de su pequeño mundo. Exquisita como un pastel de limón.
LOS AMORES DE SYLVIA. Elizabeth Gaskell
Quizá haya pesado la estupenda impresión que tengo de las anteriores novelas de la autora que he leído, porque esta no ha conseguido llegarme tanto. Esto no quiere decir que no me haya gustado, no; ni que me parezca deficiente, tampoco. Creo que es un buen estudio de unos personajes envueltos en unas relaciones conflictivas y que Gaskell era una gran escritora que, afortunadamente, se está redescubriendo. Sin embargo, no he logrado empatizar con los protagonistas (algo que puede ser fallo mío, desde luego). Si lo que pretendía era poner en evidencia la ortodoxia religiosa, la hipocresía y la cobardía, lo consiguió con creces, porque aquí no hay héroes sino seres humanos llenos de defectos cuyas elecciones marcan su destino.
EL PROYECTO ESPOSA. Graeme Simsion
Ligera y divertida, esta comedia romántica me hizo recordar las películas de Cary Grant que tanto me gustan. De hecho, desde las primeras páginas visualicé al protagonista con la imagen de Grant en “La fiera de mi niña” y eso me hizo volar por la historia, preparada para los enredos consecutivos que despertaban la risa. Con algún que otro golpe de efecto un poco tramposo y una parte final bastante previsible, es una lectura perfecta para pasar estas tardes de frío en el sillón, con un café calentito a mano y la sonrisa despuntando a cada momento.
UNA TEMPORADA PARA SILBAR. Ivan Doig
Si hay hoteles con encanto, ¿puede haber libros con encanto? Porque eso es lo que me ha parecido esta novela. Una historia que puede sonar a ya leída (viudo con hijos pequeños contrata una ama de llaves para llevar la casa), pero contada con tanta simpatía que te lleva de la mano con el narrador, escena tras escena. No hay grandes sorpresas en lo argumental; en cambio la fluidez de la escritura absorbe, igual que la caracterización de los personajes, de los cuales el imprevisible Morrie es uno de los más memorables. Cuánto me alegro de haberlo leído.
PIES DE BARRO. Terry Pratchett
Otra vuelta en mi maratón del Mundodisco con parada en el submundo de la Guardia, que en las últimas entregas centra sus aventuras en intrigas que ponen de manifiesto la marginación hacia lo diferente, el racismo (o “especiesismo”, en este caso) y la lucha de clases. Pratchett va a degüello en esta saga, esta vez utilizando a unos golems muy particulares para sacar a relucir los prejuicios. Aunque la trama policial es confusa, la risa es tan ineludible como la bofetada moral que sacude. No cabe duda de que he vuelto a disfrutarlo.