Pausada, inconstante a veces, siempre obstinada; así es la compañía de la lectura. Y en el último mes, bastante variada: las confesiones de un escritor metido a cocinillas, un exhaustivo ensayo histórico, la mitológica memoria de Hemingway, el misterio de unos libros de autor desconocido y un microcosmos de la vida de la gente común. De la risa a la maravilla, todo cabe. Este es el resumen.
EL PERFECCIONISTA EN LA COCINA. Julian Barnes.
Literatura y cocina, una mezcla de lo más atractiva para quienes sienten curiosidad por los entresijos de los mundos de los libros y los fogones. Eso y la recomendación de un amigo, a quien se lo agradezco con una sonrisa tamaño menú largo y estrecho. Porque ese humor socarrón que gasta Barnes aquí se vuelve expansivo y alcanza la abierta carcajada. Mi amigo lo definió como “una especie de monólogo cómico pero más largo y bueno”; una definición bastante acertada.Seguir la pelea de un escritor metido a cocinillas contra las recetas, muchas veces contradictorias, de los libros de cocina o de otros cocineros es toda una experiencia, te guste o no jugar con las cazuelas. El fracaso ante algunos elaboradísimos platos, la satisfacción de encontrar otros en los que lucirte, la caída de algunos mitos de infancia (la escena de la madre y los guisantes me encantó) o las diversas anécdotas que cuenta, tanto suyas como de varios escritores gastronómicos. Todo encaja y se desliza rápidamente, como el bocado de merengue de limón que explota en el paladar. Y, sí, teniendo en cuenta las similitudes entre escritura y cocina, alguna reflexión sobre literatura aparece. Para saborearla junto a todo lo demás.
Para maridar con: amantes de la cocina, de los libros, del humor… En fin, para cualquiera a quien le pique el gusanillo.
LAS RAÍCES DEL ROMANTICISMO. Isaiah Berlin.
Hablemos de Romanticismo, pero de este que va con mayúsculas. Hablemos de inquietudes filosóficas, culturales, artísticas, políticas… De ese cambio de mentalidad que sacudió la manera de ver la sociedad y el universo en la transición del siglo XVIII al XIX. En definitiva: de Historia. O, mejor que hablar, leamos para entenderlo. De dónde nacía, hasta qué punto llegó, cómo influyó en las generaciones posteriores. Este libro recoge el contenido de una serie de conferencias de quien es considerado uno de los principales pensadores del siglo XX y analiza, en toda su amplitud, este movimiento que tuvo tanta trascendencia en todos los ámbitos sociales. No tiene carácter fragmentario, sin embargo; su fluidez facilita la navegación por la historia de esa revolución idealista, atando cada cabo y cada vela para no perder el rumbo del entendimiento en un recorrido lleno de interés y de lo más fructífero.
Para maridar con: amantes de, obviamente, el Romanticismo e indagadores de la historia y del pensamiento de todo tipo.
PARÍS ERA UNA FIESTA. Ernest Hemingway.
Memoria y literatura: el corazón de un mito. Uno de los escritores más celebres y que ha generado páginas y páginas, no solo propias sino a propósito de él. Y este libro es la fuente de gran parte de la cosmogonía creada a su alrededor. Un retrato de esos inicios de la llamada “generación perdida”, de esos años veinte tan locos como significativos en la trayectoria del entonces joven Hemingway. El título original de la obra, “A Moveable Feast”, es la perfecta definición de lo que aquellos años parisinos supusieron para Hemingway y sus compañeros de andanzas, artistas o no. A veces un placer exquisito, tornadizo también, como una hoja al viento. Vida, nervio, intensidad. La fuerza de la escritura de Hemingway se vuelve aquí tanto más cercana por la sabida realidad de lo contado, por ese carácter testimonial que da al discurso un valor añadido. Su amistad con Scott Fitzgerald y la delicadeza con la que trata el fin de su relación con Hadley, su primera esposa, llegaron a conmoverme. Igual que el inefable retrato que hace de Ezra Pound. De interés, vislumbrar los engranajes de su oficio literario, sí, pero ver desde una perspectiva tan personal al hombre, eso, es lo arrollador.
Para maridar con: mitómanos, claro está, pero también cualquier espíritu literario, lector o escritor, que desee, simplemente, ver.
EL PASO DE LA HÉLICE. Santiago Pajares.
Voy a reconocerlo: cogí este libro con una pizca de miedo, que es algo que me pasa cuando siento la presión de muchos buenos comentarios en el cogote y me encojo ante la posibilidad de la decepción. Podéis llamarlo cobardía; yo lo hago. Al cabo de unos pocos capítulos, no obstante, ese temor se disipó. La trama (o las tramas, por mejor decir) captaba mi interés, la forma me convencía; las historias se entrelazan con transiciones fluidas y el suspense se mantiene en equilibrio.Novela de intriga, de personajes y, además, un libro sobre los libros y sobre las emociones que despiertan. En la búsqueda del autor anónimo que constituye el argumento central, se incluye la búsqueda de esa parte anónima que llevamos dentro, ese hasta dónde podemos llegar y de qué somos capaces. Entretiene, que no es poco, y a ratos ilumina algún rincón sombrío. Y se cierra con media sonrisa, y con alguna frase que llevarse anotada.
Para maridar con: quienes disfruten de intrigas librescas y de pasar un buen rato entre las páginas.
*Esta lectura formaba parte del reto Serendipia recomienda 2014. OLIVE KITTERIGDE. Elizabeth Strout.
Veníamos haciéndonos ojitos desde hace un tiempo y Olive sabía que, conmigo, tenía puntos ganados de antemano por el atractivo de sus formas: esas trece historias interconectadas, a veces solo de modo tangencial, por su figura y, sobre todo, por el entorno común en que suceden. Algunos lo llaman novela como podrían llamarlo mar. Esta confluencia de pequeñas tramas que devienen en la historia global de un pueblo y sus habitantes, costumbrista y profundamente psicológica, rebosa de una solidez que te hace tentar con la mano para tocar a los personajes, tan reconocibles, tan próximos.Cuidadosa, manteniendo el equilibrio en el filo del drama cotidiano y un humorismo sombrío y sarcástico, visita a cada familia de este pequeño pueblo de Maine para escarbar en sus conflictos con la firmeza de una madre al castigar: es necesario que duela para comprender su alcance. Y como a la madre, a Olive la adoras y la detestas a ratos por la dureza, por la amargura, por ese corazón que esconde tras las garras para ocultarlo a la vista, detrás de las cortinas que todos ponemos en nuestras ventanas.
Para maridar con: lectores exigentes, agudos y exploradores de la psicología doméstica.
¿Y cómo han sido vuestras lecturas?