El piano volvió a enmudecer en un instante tan breve como un suspiro.
¿Quién no le teme a encontrarse de frente y de golpe con sus sombras?
¿Quién no le teme a abrirse de golpe, y gritarle su verdad a todo el mundo?
No hay palabras que llenen el alma cuando la lluvia no deja de caer en la ciudad.
La ciudad se vuelve, de pronto, un espejo de tonalidades que se desdibujan pronto.
Cada gota de agua que se estrella contra el pavimento, cuenta una vieja historia.
Lo que ha sucedido, no se olvida tan fácilmente. Se queda impreso en la piel.
El piano volvió a enmudecer en un instante tan breve como un suspiro.
¿Quién no le teme a encontrarse de frente y de golpe con sus sombras?
Pocos corazones valientes se abren de capa ante la suave caricia del amor.
Se dejan sacudir por el odio que parece rodear cada milímetro de la Tierra.
Pero poco a poco, la tierna caricia de la luz recorre cada especio que los rodea.
Luce cada vez más distante ese día mortal que arrebató tantas vidas inocentes.
No, todo en la vida es perfecta, pero por un instante, parece que así es.
El piano volvió a enmudecer en un instante tan breve como un suspiro.
¿Quién no le teme a encontrarse de frente y de golpe con sus sombras?
¿Quién no le teme a abrirse de golpe, y gritarle su verdad a todo el mundo?
Pero hoy, las añejas heridas parecen lastimar un poco menos que el día de ayer.
La música vuelve a sonar fuerte y clara desde el mismo centro del universo.
No hay violencia que logre perturbar la serenidad de un momento tan hermoso.
La vida sigue, como de costumbre, con su infatigable curso. Nada la detiene.
Sin previo aviso, todo vuelve a su eterna armonía. Se respira paz.