Lo que comenzó siendo un trabajo sobre el dioula, lengua autóctona de Costa de Marfil, Malí y principalmente de Burkina Faso, su aprendizaje y, por supuesto, una manera de tratar las dificultades de comprensión entre los seres humanos, se fue enriqueciendo con las vivencias personales y familiares de su realizadora, Sarah Bouyain, hasta convertirse en su primer film de ficción.
Revista Cine
La directora sitúa su historia entre dos países: Bobo-Dioulasso en Burkina Faso, lugar al que la protagonista, separada de su madre desde los 8 años, vuelve tras la muerte de su padre para encontrar a su familia, y la capital de Francia, en la que Mirian, una mujer africana de 45 años, intenta encontrar a su hija. Dos lugares radicalmente diferentes y con tanta importancia en la historia como los personajes.Un film que ha optado por propuestas originales, al mismo tiempo que arriesgadas, como presentar la mayor parte de los diálogos en dioula sin subtítulos, para situar al espectador en la misma posición que su protagonista, que tampoco conoce la lengua, o no desvelar parte de la intriga o los conflictos de las protagonistas mediante diálogos, utilizando el silencio como recurso narrativo y presentado sólo la estructura de la historia.Todo el entramado de personajes, tanto los principales como los secundarios, la madre adoptiva o la alumna de una lengua minoritaria, deambulan entre esperanzas, deseos e inquietudes a través de lugares o idiomas desconocidos u olvidados.Un cine diferente con una particular visión del destino y de las relaciones humanas que se buscan y se cruzan para encontrase en contadas ocasiones. Una película africana, aunque en realidad se trate de una coproducción, procedente de una cinematografía lejana y casi desconocida, y que merece la pena de conocer, que el Festival de Cine Africano de Tarifa nos acercará del 11 al 19 de junio.