Revista Viajes
La Catedral de St Joseph se yergue en lo alto de una colina desde la cual se domina todo el centro de la ciudad de Noumea. Su construcción a lo largo de más de diez años se terminó en el año 1887 y fue realizada con mano de obra de los convictos que cumplían pena en Nueva Caledonia. Una parte importante de la construcción lo llevó el relleno con terrazas de tierra para elevar aún más la futura catedral, ya que es sabido la preferencia por construir las catedrales sobre terrenos más elevados que el resto de construcciones. Curiosamente los planes de su construcción también partieron de un convicto. Se trata de una catedral colonial típica y sus dos torres son bien visibles desde casi cualquier punto y seguramente las vistas panorámicas que se disfrutan desde lo más alto de las mismas serán espectaculares, pero no vimos la posibilidad que fueran visitables. De hecho las puertas principales de la catedral se encontraban abiertas de par en par, pero en su interior no había ningún alma, exceptuándonos a nosotros mismos, claro está. Sus interiores son bastante sobrios, aunque si que destacan algunas coloridas vidrieras, pero sobre todo lo demás, lo que más llama nuestra atención son las numerosas tallas de madera y el vistoso coro y púlpito, el atril tallado en madera, la tribuna del órgano y varias imágenes también talladas en maderas nobles. Una visita interesante, y que además nos sirvió para refrescarnos en un día demasiado caluroso.
Continuamos nuestro recorrido por las calles de Noumea en busca del puerto deportivo. Justo al lado del puerto de recreo fondean y atracan las artesanales barcas de pesca que desembarcan directamente sus capturas diarias en el mercado de pescado. Fue una pena pero a esa hora de la tarde ya se encontraba prácticamente cerrado y en labores de limpieza, con lo que nos perdimos lo que sería una interesante visita por los puestos en busca de especies exóticas de peces. Ya lo decía Einstein y su teoría de la relatividad, y es que como corre el tiempo cuando uno está a gusto y lo está pasando bien., o algo por el estilo. Pero es que en Noumea todo empieza a cerrar a partir de las cuatro o cinco de la tarde, siguiendo los horarios solares.
Pero antes de llegar, pudimos volver a comprobar lo mucho que les gusta a los canacos pasar la tarde en otro de los numerosos parques que tiene la ciudad de Noumea. Conversaciones pausadas entre amigos, reuniones y charlas entre compañeros en una calurosa tarde, amenizadas a menudo por sospechosos cigarros liados. Claro que esto último es una apreciación nuestra sin más. Hoy en día con el tabaco de liar nunca se sabe...
En todo nuestro viaje por los archipiélagos de la Melanesia no nos cansamos de contemplar esas miradas tan penetrantes que poseen las gentes de Nueva Caledonia y Vanuatu sobre todo. En ocasiones pareciera como si te traspasaran más allá de nuestras retinas, dejando nuestras mentes desnudas. Es una sensación verdaderamente extraña, y por momentos resulta inquietante.
En la gran marina emplazada junto al mercado municipal existen una gran cantidad de empresas dedicadas al chárter de embarcaciones. En ella es posible alquilar pequeñas embarcaciones para practicar la pesca deportiva, hacer snorkel o simplemente navegar por las azules y cálidas bahías de Noumea, o también contratar un gran catamarán para recorrer la barrera de coral que rodeaNoumea y circunnavegar por la "Grande Terre". De hecho, todas las actividades marinas imaginables es uno de los mayores potenciales de Nueva Caledonia, porque además poseen una infraestructura muy cómoda y moderna. Una delicia navegar por sus bahías de color turquesa.
Y cómo no podía ser de otra manera también en Nueva Caledonia, y más concretamente en Noumea, existe un pequeño barrio chino. No es que sea especialmente grande, pero pudimos dar un paseo por algunas de sus calles al estar situado también en pleno centro de Noumea.
Coincidiendo con la salida de las clases, grupos de chavales deambulaban por las calles del barrio chino curioseando y sacando de quicio a los comerciantes chinos que los echaban del interior de sus tiendas entre fuertes recriminaciones. Supongo que los chavales no tendrán otra forma mejor de matar el tiempo que enfurruñando a los chinos.
Y, aunque Nueva Caledonia posee un alto grado de independencia respecto a Francia, aún algunos de los asuntos de la colonia los sigue manejando la metrópoli, como es el de la seguridad ciudadana. No se exáctamente que es lo que habría hecho este simpático tipo con su manido BMW importado de tercera o cuarta mano desde Francia, pero la agente de la policía lo estaba empapelando. Y hasta en esa dolorosa circunstancia para la cartera no perdían la sonrisa en sus rostros ¡Qué afortunados son!... ¡Cómo les envidio!
Y casi sin darnos cuenta el día estaba llegando a su fin. El sol lentamente comenzaba a caer sobre el horizonte y nosotros ya nos encontrábamos a bordo del Oosterdam nuevamente. Había sido un día completo, lleno de cultura, de paisajes increíblemente bellos, de un primer contacto con gentes diferentes, amables y muy sociables, un día lleno de emociones. Y aún quedaba disfrutar de las maravillosas vistas de Noumea, que en la distancia no difieren mucho de cualquier ciudad moderna, y de su laguna vista desde las cubiertas altas del Oosterdam. Un placer para los sentidos.
Una de las curiosidades de la navegación a través de las islas del Pacífico Sur es que el barco no abandona el puerto en línea recta en busca de las aguas de mar abierto. En esta parte del mundo, y más concretamente en Noumea, el Oosterdam tuvo que navegar durante horas a través de la laguna trazando una derrota muy cercana a la línea de costa para evitar la enorme barrera de coral que casi rodea por completo la isla de la "Grande Terre" de Nueva Caledonia. Y así hasta encontrar uno de los pasos naturales hacia las aguas abiertas, mientras el sol se escondía por el horizonte. Simplemente maravilloso.