Revista Opinión

Nova Barcelona, aventura en los Balcanes

Publicado el 08 noviembre 2014 por Miguel García Vega @in_albis68

Catalunya-Castellvi-Narraciones-Carrasquet-XVIII_ARAIMA20111107_0006_20En Barcelona, este pequeño rincón del mundo desde el que les escribo, estamos viviendo unos días históricos, el famosísimo 9N. Vale, puede que a algunos de ustedes, sobre todo si viven lejos, no les suene. Admito que cualquier imberbe estadounidense consigue más repercusión mundial si se pone a disparar en el comedor de su instituto, pero convendrán conmigo que eso no es culpa de los barceloneses que, de natural pacífico, somos más de hacer running.

En realidad en todo este proceso llevamos ya unos cuantos días históricos de emoción incontenible. También reconozco que los lugares pequeños tenemos tendencia a convertir cualquier cosa en un día histórico a poco que nos descuidemos. Aquí tenemos un par de partidos de fútbol ‘del siglo’ cada año. No pasa nada, tampoco somos los únicos que nos creemos especiales ¿no?

Y como no creo que seamos los únicos en creernos especiales voy a navegar por la paradoja mirándome el ombligo para recordar una pequeña historia olvidada que no le importa a nadie. Va sobre 1714, la Guerra de Sucesión, el fin de la Generalitat de Catalunya y la fundación de Nueva Barcelona, una pequeña ciudad muy muy lejana, como por los Balcanes nada menos. Una ciudad desaparecda y olvidada por la historia, como tantas otras.

No voy a contar aquí la Guerra de Sucesión (1701-1714) porque eso sería motivo de otro post y seguro que me equivoco. Cuanto más lees más te confunde: o nadie sabe qué pasó o pasaron un montón de cosas contradictorias a la vez. En lo que parece haber consenso es que se trató de un conflicto dinástico europeo que acabó con un contrato indefinido para los Borbones en España y supuso el fin de la Generalitat y el autogobierno catalán. Catalunya apostó por los Habsburgo y perdió.

Ilustración sobre el sitio de Barcelona (1713-1714)

Ilustración sobre el sitio de Barcelona (1713-1714)

Camino al exilio italiano

Lo que pasó después es la triste historia de siempre: el exilio de los perdedores para evitar represalias del bando vencedor. También hay que decir que la mayoría de nuestros protagonistas eran militares de carrera, burócratas y gente de posibles que se habían destacado en la lucha contra los Borbones.  Estos habían sido olvidados por la Historia hasta que hace poco, con motivo del 300 aniversario de la caída de Barcelona (11 de septiembre de 1714), el profesor Agustí Alcoberro ha publicado un libro, La “Nova Barcelona” del Danubi (1735-1738), en el que se cuenta cómo acabaron muy lejos, a unos 80 kilómetros al norte de la actual Belgrado.

El camino hasta allí fue complicado. Tras salir por patas de Barcelona muchos se dirigieron a Nápoles y Sicilia, en una decisión lógica por dos motivos: son lugares en lo que se puede vivir casi sin darte cuenta de que has salido de Barcelona, y estaban controlados por los Habsburgo, el bando del que formaban parte. Allí fueron acogidos sin aparentes problemas con la esperanza de iniciar una nueva vida.

Segundo exilio: Viena y Nova Barcelona

Pero Felipe V no se había quedado contento con el Tratado de Utrecht, que había dejado Nápoles y Sicilia, entre otros, a los Habsburgo. Así que continuó la guerra y reconquistó ambos territorios para la corona española en 1733. Los exiliados catalanes debían saber que los rencores de las guerras son largos, por lo que vuelta a hacer las maletas y a salir por piernas de sus casas, a otro territorio Habsburgo, Viena.

A aquel grupo su segundo exilio no tuvo que hacérsele fácil. En Viena los de mejor posición social, la mayoría de ellos, recibían una pensión, pero otros tuvieron que buscarse la vida por las calles. Hay cosas inmutables. Pero las autoridades de Viena, metidas en varias guerras -como todo buen europeo de la época, de casi cualquier época- decidieron recortar pensiones a unos y limpiar de sus calles a otros. El plan para esos catalanes un poco molestos fue convertirlos en colonos y que hicieran algo de provecho por la patria, autrohúngara en este caso.

Ilustración de Guillem H. Pongiluppi del libro '1714. El sete de Barcelona'

Ilustración de Guillem H. Pongiluppi del libro ’1714. El sete de Barcelona’

Era otoño de 1735 cuando un contingente de catalanes salió de Viena por el Danubio, con paradas en Buda y Belgrado hasta su destino final, Beckerek. Pero como el nombre se les trababa, los 800 colonos catalanes que se establecieron allí en 1736 decidieron llamarla “Nova Barcelona”.

Fracaso

Ya les hubiera gustado, ya. Aquello no se parecía ni por asomo a la ciudad que habían dejado atrás años antes. Nova Barcelona se encontraba al norte de Belgrado, en una zona fría de clima continental que en aquella época estaba formada por pantanos húmedos que durante las crecidas expulsaban peces que se pudrían al sol con el consiguiente mal olor. Y eso no era lo peor. Aquella región era zona de guerra, recuperada recientemente a los turcos y lugar de continuo conflicto entre Austria-Hungría y el Imperio Otomano.

Para completar el cuadro es importante remarcar que aquellos colonos no eran tales, no estaban preparados para colonizar nada. Además de que en su mayoría era una población envejecida y desmoralizada, muchos eran soldados, políticos y otras gentes de buena posición y manos blandas; urbanitas barceloneses que no tenían las habilidades necesarias para sobrevivir en aquel entorno. O sea, un montón de jefes y muy poquitos currantes, hecho diferencial extensible a toda la Península Ibérica sin distinción. Supongo que los pocos currantes fueron los que plantaron moreras para alimentar a los gusanos de seda con la intención de elaborar textiles ‘made in Barcelona’, pero no prosperó.

Zrenjanin, ciudad Serbia que ocupa el lugar de la desaparecida 'Nova Barcelona'

Zrenjanin, ciudad Serbia que ocupa el lugar de la desaparecida ‘Nova Barcelona’

Así que entre el frío, el terreno pantanoso que facilitaba las enfermedades (una epidemia de peste en 1738) y los turcos a las puertas con ganas de comerse Europa, los que no murieron empezaron a largarse de allí, de vuelta a Buda y Viena. La aventura fue un fiasco que acabó en 1739, solo tres años después del inicio. Nova Barcelona desapareció para siempre y de sus cenizas surgió la ciudad de Zrenjanin, en la actual Serbia. Dicen que el único rastro que queda allí de aquellos neobarceloneses son las moreras.


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