Revista Cómics

Novedad de Kalandraka

Publicado el 13 mayo 2011 por Alvaropons

(**)- Max. Panóptica 1973-20100. Con textos de José Carlos Llop, Jordi Costa, Santiago García y Alberto Ruiz de Samaniego Encuadernación rústica. 21,5×25,5 cm. 240 páginas en color. Contiene textos en inglés y francés. Precio: 35 €
Novedad de Kalandraka
Con más de un centenar de muestras, entre bocetos y creaciones publicadas e inéditas, “Max: Panóptica, 1973-2011” abarca casi cuatro décadas de trayectoria de uno de los artistas visuales más
representativos del panorama actual. El Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) acoge una retrospectiva de su obra, que también recorrerá la red internacional del Instituto Cervantes. El libro de la muestra -dividido en cuatro etapas, una para cada decenio- reúne historietas, carteles, carátulas para producciones discográficas, trabajos para libros o colaboraciones en prensa. Se completa con fotografías que, desde su juventud, reflejan el recorrido profesional y vital de Max. En un artículo titulado “Max en el tiempo”, el escritor José Carlos Llop incide en la madurez artística del autor, su capacidad para haber fraguado un estilo propio cuando otros artista aún estaban forjando su incipiente identidad visual. Destaca de él su carácter observador, su universo visual “ucrónico”, con dibujos e historias “alejadas del tiempo y al mismo tiempo inscritos en sus rastros”; su apego por llevar a los lectores a un “mundo antiguo” -hadas, bosques, dioses, el “postvictorianismo lovecraftiano”, explica Llop- mientras otros compañeros de generación ambientaban su obra en la modernidad.
“El reino de la infancia. La palabra reino. El reino del bosque. El reino del desierto. Este es el Max que conozco. El reino de Max. Del bosque al desierto. De la sensual mitología a la cáustica metafísica. Del erotismo al ascetismo. De la tribu a la soledad. Y al fondo, la literatura, que también está; que no se entiende -Max- sin ella”. (José Carlos Llop).
“El trazo de Max, desde sus orígenes, es permeable y generoso: el trazo de un artista que detecta, reconoce afinidades, las canibaliza amorosamente y sabe seguir avanzando y creciendo en un constante afinamiento de su propia identidad. Como sabe todo fiel seguidor de la obra de Max, su trayectoria ha tenido sus fases Chaland, sus tránsitos Ever Meulen, sus interludios griegos, sus rupturas airadas y sus éxtasis surreales, pero en ningún momento, ni siquiera en las primeras fases de construcción de un carácter propio y reconocible a través del estilo, ha aflorado la sospecha de estar ante un creador condenado a la mímesis por limitación o déficit de elocuencia propia”. (Jordi Costa).
La originalidad y la constante renovación son cualidades que, para el guionista de cómic y crítico Jordi Costa, definen la obra de Max, al que se refiere como “el más disneyiano de los dibujantes underground del país”. Mientras en EEUU los promotores de la publicación alternativa Air Pirates Funnies parodiaban a los -no tan inocentes- personajes de la factoría Disney, con Mickey Mouse como “símbolo de una hipocresía cultural genuinamente americana”, Max ya era un referente en la revista El Víbora.
Los trabajos que en la década de los 70 habían sido en blanco y negro, se empiezan a teñir de color en los 80. Bajo sus viñetas subyace siempre un porqué, una reflexión intelectual ligada al movimiento cultural de la época. Sus personajes son una reacción a las tendencias vigentes, rebeldes y críticos con las convenciones.
“Gustavo nació como reacción ideológica a la temprana desideologización de la Contracultura”, explica Costa; un “héroe activista” cargado de “sombra y ambigüedad”, un personaje postunderground “capaz de ejercitar esa politizada acción directa que, en nuestros días, resultaría más controvertida, agresiva y provocadora de lo que fue entonces”. Su figura “crece, evoluciona y se enturbia” en la parodia de Peter Pank en Punkilandia, otro de los iconos de Max.
Pero en los años 90, cuando el cómic español atraviesa una crisis, Max vira el rumbo, apuesta por la ruptura gráfica y, junto con Pere Joan y Álex Fito, crea la revista Nosotros somos los muertos, con la que nace el germen de la novela gráfica contemporánea en España y su nueva faceta como escritor.
“Max es el único historietista capaz de hacer cómic a partir de la filosofía en la colección donde dibuja el pensamiento de Deleuze o Arendt sobre textos de Marta Larrauri. De un concepto nace una secuencia de viñetas, y el discurso no verbal que estas elaboran no es tanto ilustrativo como complementario (o alternativo) del texto de partida. Por eso, también, es capaz de hacer filosofía dibujada cuando cumple con escrupulosa profesionalidad (porque estamos hablando de un artista contemporáneo con la profesionalidad de un artesano medieval) con cada ilustración semanal para el suplemento Babelia”.
(Santiago García, guionista y crítico, en el artículo “El ojo y la muerte”).
“Los personajes de Max experimentan ese sentimiento de extrañeza, el asombro y la maravilla de estar allí. Esa sensación es lo que los griegos, justamente, llamaron ‘la cadena del ser’.
Bardín se topa a menudo con ella: es la sensación de estar inmerso en el mundo, de formar parte de él, en una suerte de continuidad que se extiende desde la más pequeña brizna de hierba hasta las estrellas”. (Alberto Ruiz de Samaniego, profesor y crítico de arte).
MAX (Barcelona, 1956): Francesc Capdevila ‘Max’, es una de las figuras más relevantes del cómic español, polifacético ilustrador, diseñador e historietista. Desde sus inicios cuando en 1973 se unió al grupo El Rrollo y su fanzine contracultural El Rrollo Enmascarado, e influido por la obra de Robert Crumb, ha colaborado en revistas como Mata Ratos, Star, Butifarra e Integral. Fue uno de los fundadores, en 1979, de El Víbora, donde surgieron los personajes de Gustavo y Peter Pank. Por el camino fue sumando las influencias artísticas de Yves Chaland y Ever Meulen. Colabora con el diario El País y el suplemento cultural Babelia. Recibió el Premio Nacional de Ilustración Infantil en 1997 y el Premio Nacional de Cómic en 2007. Su obra, expuesta en diversos países europeos, obtuvo numerosos reconocimientos en el Salón del Cómic de Barcelona.


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